Tristeza

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

05 sep 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Al finalizar su jornada laboral, sintió una punzada de amargura. Se vio rodeado por una nube de angustia que no se disipó con la ducha. Se vio solo. Y tuvo que decirlo. Después de un duro día en el que marcó dos goles y se embolsó unos 27.400 euros, compartió su inquietud con el mundo. Cristiano está triste. Así es este mundo cruel. Unos las pasan canutas con 5.100 euros al mes. Y otros se quiebran con 10 millones al año. La exposición pública de las quejas de todos ellos delatan que viven en un mundo paralelo. Finalmente, habrá que reconocer que sí hay dos Españas. Y en la del fútbol siempre habrá quien justifique sueldos y estatus. «Ganamos porque lo generamos», se escucha en tono lapidario. Las cuentas lo desmienten, a pesar de que los clubes han jugado con cartas marcadas. Porque el vecino de al lado también generaría si se le permitiera dar un par de buenos pelotazos, mantener una deuda descomunal con Hacienda y aplicar a ciertos empleados la llamada ley Beckham para tributar solo el 24 % del salario. Pero todas estas disquisiciones, que solo preocupan a los mortales, palidecen ante la tristeza de Cristiano. ¿Por qué ese desconsuelo si es guapo, rico y buen jugador, como él mismo se definió? Afloran versiones varias y se entremezclan el dinero y el reconocimiento. Al parecer, no soporta el hecho de que en su propio equipo señalen como mejor jugador del mundo a Messi, ese pequeñajo al que nunca le quedará planchado un traje de Armani. Y tampoco digiere que prefieran como balón de oro a Casillas, un simple portero. Cristiano lanzó su buenas noches tristeza sin darse cuenta de que es como Dorian Gray. Cuanto más perfecto se ve, peor es el retrato que ofrece. Un gran jugador y su triste reflejo.