¿Es necesaria una mayoría absoluta?

OPINIÓN

08 oct 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

L a mayoría absoluta es una cualidad de la representación que va más allá de la gobernabilidad, y cuya esencia consiste en que una fuerza política pueda tomar las decisiones parlamentarias sin pactos ni condiciones. Para dejar claro que la mayoría absoluta no es una condición necesaria del buen gobierno basta recordar que la transición se hizo sin mayoría absoluta, incluyendo la redacción de la Constitución, la puesta en marcha del sistema autonómico, los Pactos de la Moncloa y la superación del 23-F. Y las dos primeras legislaturas gallegas, que fueron esenciales para la determinación del modelo autonómico, también giraron sobre dos mayorías relativas.

Por la forma de hacer la transición, y por el miedo a que se instalasen en el Gobierno los resabios del franquismo, las mayorías absolutas siempre fueron vistas con reticencia por los españoles, aunque ello no obstó para que González cerrase la transición con dos mayorías muy reforzadas, que Aznar pudiese hacer de las suyas con otra mayoría absoluta que lo arrastró a la grandeur, y que, acuciados por la dura crisis que quemó a Zapatero, también hayamos optado por entregarle a Rajoy un cheque en blanco.

Las reticencias contra las mayorías absolutas se mantienen hoy en buena parte, no solo por el abuso que se haya hecho de ellas, sino también por lo inútiles que resultaron a veces -las cuatro mayorías de Fraga solo sirvieron para ocultar su fofa autoridad y su nula comprensión de la realidad del país-. Y por eso no está mal visto que una parte sustancial de la campaña gallega se resuma en una lucha radical contra la mayoría absoluta.

Pero las mayorías absolutas no siempre son malas, e incluso pueden considerarse condición necesaria para garantizar la estabilidad del sistema o para abordar las grandes reformas. Y en ese sentido hay que decir que quien aspira a tener mayoría absoluta debería aclarar cómo y para qué piensa usarla. El PP, por ejemplo, no puede limitar su proyecto a gobernar una crisis que viene totalmente condicionada por decisiones externas, sino que está obligado a hablarnos de esas cosas que solo él puede impulsar y que son decisivas para el futuro. Por eso Feijoo tiene que prometernos un nuevo Estatuto; la reforma de la planta municipal; el cambio estructural y la reducción coherente de la Administración; el reajuste de las infraestructuras y servicios existentes (aeropuertos, universidades, hospitales, conexiones de AVE, puertos y autovías), y su correcta programación hacia el futuro; el abordaje de la dispersión poblacional, su envejecimiento y sus funestas consecuencias; una nueva política forestal, y la definitiva reestructuración de la pesca, el marisqueo y la acuicultura.

Porque para todo eso puede ser imprescindible una mayoría absoluta. Y para todo lo demás, me temo, es mucho mejor la relativa.