Los indignados silenciosos

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

09 oct 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Andan nuestros políticos tan centrados en su gresca económica que descuidan la retaguardia y el país se les descose por las esquinas, mientras los españoles empiezan a darlos ya por imposibles. El panorama político está negro. Y el CIS se encarga de recordárnoslo. No es ya que los ciudadanos desconfíen de la capacidad de sus políticos para sacarlos del pozo, sino que, a ojos de muchos, nuestra clase política, lejos de ser la solución, se ha convertido en la mayor de las preocupaciones. Más de uno de cada cuatro encuestados (26,9 %) cita a los políticos como uno de los tres mayores problemas que tiene España. Y si uno mira la magnitud de las dificultades que atraviesa el país, habrá que convenir que la situación es alarmante y peligrosa.

El descontento ciudadano con los políticos viene de lejos. Va en aumento mes a mes. Y no afecta solo a eso que se conoce como los indignados, sino también a buena parte de esa mayoría silenciosa de la que habla Rajoy. Gente que a pesar de todo vota elección tras elección, porque sabe que no hay alternativa civilizada a la democracia. Personas a las que jamás se les ocurriría acudir a una llamada a cercar el Congreso hasta que dimita el Gobierno en pleno, se disuelvan las Cortes y el rey renuncie a la jefatura del Estado, como proponía la manifestación del 25-S. Pero que después de votar con la nariz tapada, soportan la incapacidad de nuestros políticos como quien padece a un mal padre o a un jefe incompetente.

Por eso harían bien nuestros dirigentes en no confundir ese descontento, ese hartazgo ciudadano que reflejan las encuestas, con las protestas callejeras del 25-S, el 15-M o el movimiento de los indignados. Grupos significativos sin duda, pero claramente minoritarios. No se trata de que torpemente, como están haciendo muchos políticos, asuman para salvarse de la quema las propuestas de quienes están cuestionando la democracia misma y el sistema parlamentario que, a pesar de todo, ha proporcionado a España el mayor período de paz y estabilidad de su historia. Se trata de que comprendan que ocupan un cargo gracias a quienes les votan cada cuatro años. Que es a ellos a quienes se deben y a quienes están defraudando. Si un 73,2 % de los ciudadanos califican de mala o muy mala la situación política, como dice el CIS, no estamos ante un problema de orden público, sino ante una grave situación, agravada por el peligro de dejarse tentar por soluciones esperpénticas ante la desesperación. Pruebas del peligro que supondría buscar las salidas en el callejón del gato hemos tenido muchas la pasada semana, que culminó con el mal chiste de un exbanquero estafador dando lecciones sobre el buen uso del dinero público. Es decir, que nuestros políticos son una calamidad, pero lo que debemos hacer es obligarlos a corregirse, no acabar con ellos. Y tener mucho cuidado de que no nos sustituyan lo malo por lo peor.