Galicia posee una extraordinaria herencia cultural que, entre otras cosas, se manifiesta en el numeroso compendio de bellísimas ciudades antiguas. Algunas están en fase de clara decadencia pero, en casi todas se ha iniciado una política conservacionista. Hoy, pasear por el corazón de nuestras ciudades es un placer para todos, pero también un motivo de lamento por la situación en que algunos se encuentran. Casos como los de Santiago, Pontevedra, Lugo y Ourense son buenos y satisfactorios ejemplos. También algunos más pequeños, como Allariz, Vilanova dos Infantes, Ribadavia, Tui, Cambados, Muros o Ribadeo, entre otros, nos aportan sensaciones positivas. De un modo u otro a todos ha llegado algún tipo de intervención, aunque, con una perspectiva integral, no siempre haya sido la más conveniente. Incluso en los paradigmáticos casos de Pontevedra y de Santiago, en todos ellos, con la excepción de Allariz, la decadencia demográfica, económica y funcional es ya un diagnóstico común. Una realidad que esta obligando a sustituir los rígidos criterios arquitectónicos seguidos hasta ahora por una intervención más flexible y más compatible con la necesaria revitalización. Ambos aspectos, la rehabilitación arquitectónica y urbanística y la revitalización demográfica, social y económica deberían haber ido de la mano desde un principio, porque cuando en Galicia se acometió el tardío proceso rehabilitador ya otras ciudades europeas y españolas habían adoptado un modelo más integrador para sus centros históricos, tanto en lo social como en lo económico.
Aún quedan situaciones de grave deterioro urbano por el retraso o la debilidad de las actuaciones rehabilitadoras. Cabe resaltar los casos de los centros históricos de ciudades tan interesantes como Ferrol o Betanzos, la primera uno de los centros emblemáticos del urbanismo de la Ilustración, y la ciudad de As Mariñas con uno de los centros medievales más evocadores. Debe citarse también el caso de A Coruña, donde el centro histórico, pero particularmente la Ciudad Vieja, sufre una inexplicable agresión del tráfico rodado, tanto que en algunas guías turísticas es ya objeto de comentario negativo sobre la ciudad. Menos mal que acaba de redactarse un plan de protección que puede acabar con esta lamentable situación. Más difícil es la situación del centro histórico vigués, posiblemente el peor tratado en su contacto con el antiguo frente marítimo y muy deteriorado en el interior; pero en la actualidad está sujeto a una lenta pero profunda rehabilitación, y destaca porque tal vez sea allí donde se está implementando la política de revitalización más innovadora de las ciudades gallegas.
Hemos ganado algunas batallas en la conservación física, pero nos queda el reto de devolver al corazón de nuestras ciudades la vida urbana que antes habían tenido. Los ayuntamientos tienen aquí un objetivo primordial.