En esto que voy a decir coinciden los abogados defensores de los distintos casos, los estrategas de los tres partidos más comprometidos (PP, PSOE y CiU), las personas implicadas, los jueces que aspiran a ser mediáticos, y, cada uno desde su trinchera, los medios de comunicación autocalificados como «nacionales», que participan en la guerra de «el tuyo más y el mío menos» con armas y bagajes. Porque todos creen que si la porquería crece de forma homogénea en toda la superficie nacional, hasta sepultar la catedral de Toledo, aquí no pasará casi nada, y a todos aquellos que les toque hacer de chivos expiatorios les compensará con creces la regalada vida que esperan al salir de la cárcel.
Para eso es necesario que el caso Urdangarin se haga irrespirable, se extienda como el aceite, pase de Cataluña, Baleares y Valencia a la sagrada Madrid, y toque con los nudillos en la puerta de la Zarzuela. Y que el caso Bárcenas, que embadurna al PP, se cruce con el caso del espionaje que embadurna al PSC y a CiU. Y que procesen a Blanco y a Oriol Pujol. Y que los casos Pokémon, Palau, Matas y Clotilde (contra la mafia rusa) lleguen pronto a los 400 imputados, 50 enchironados y 100.000 personas que ni usan el móvil, ni duermen en casa ni soportan la sombra lejana de los agentes de policía. Y que el caso de los ERE de Andalucía le arañe la piel a Griñán o enseñe una posible deriva financiera hacia las arcas del PSOE. Y que aparezcan más cuentas en Suiza; que sigan dimitiendo concejales en Madrid; que abdique el rey; y que Antonio María Rouco sea elegido papa y reponga el ayuno y la abstinencia los viernes de Cuaresma.
Si esto no fuese suficiente, se provocará que la Sampdoria fiche a Messi, que Mourinho entrene en Turquía, que el Deportivo se hunda a la Tercera arrastrado por Lendoiro, y que Bankia compre NCG para que, una vez exigido un nuevo rescate y un nuevo colapso, intervenga Botín y se haga con el ídem. Y todo para saturarnos. Para que no tengamos capacidad de apreciar la suma gravedad de cada caso; ni la evidencia aplastante que inculpa -durante años de interminables procesos-, a personas concretas; ni la responsabilidad que contrajeron partidos e instituciones al encubrir tanta basura; ni las ventajas que van obteniendo los más pillos -como quien hila- a través de sucesivos errores o negligencias procesales.
Por eso quiero advertirlo alto y claro: la operación saturación está en marcha. Y cada vez que jaleamos el big bang judicial que están produciendo, estamos contribuyendo, sin quererlo, a esa saturación estratégica. Porque al final es evidente que los poderes se protegen como las mafias, que el deshollinador no se ve sucio, y que a los ciudadanos, si no nos la pegan por delante, nos la pegan por detrás. Como ya sucedió con Banca Catalana, Naseiro, los GAL, y tantos otros.