Jaque al rey, cerco a la Corona

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

19 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

El pasado sábado, como contó con detalle este diario, Diego Torres prestó declaración ante el juez. Mejor dicho, lanzó una lluvia de misiles sobre la Casa Real con una finalidad: diluir su propia responsabilidad en los oscuros negocios del Instituto Nóos a base de soltar tinta de calamar sobre la Corona. Él mismo explicó su intención: todo lo que hacían era lícito, porque contaba con el visto bueno de la Zarzuela. Esta disculpa de licitud tenía, a su vez, otro objetivo imaginable: llevar el pánico a la Jefatura del Estado, para poner en marcha mecanismos que dulcifiquen la actuación de la Justicia. Es decir, que estaríamos ante lo más parecido a un chantaje al más alto nivel.

De esta forma, deja al país ante dos posibilidades: o que Torres-Urdangarin pongan en peligro a la Corona, o que la Corona esté obligada a responder con toda la artillería y dolor familiar a algo que afecta al honor de su majestad y, por tanto, a la estabilidad política de la nación. El momento es así de delicado. Se puede asegurar que desde 1975 no hubo una circunstancia más difícil para la monarquía, justo cuando el rey sufre problemas de salud que limitan su capacidad de reacción.

Tesis personal. Los correos aportados por Diego Torres existen. Tienen unas fechas que oscilan entre los años 2004 y 2007. Por ahora, solo demuestran dos cosas: una, que Urdangarin alardeó de protección real incluso cuando su suegro el rey le había ordenado abandonar su actividad. Otra, que hubo personas intermedias, desde la princesa Corinna hasta el secretario de las infantas, que trabajaron a su favor para facilitarle negocios o conseguirle un trabajo bien remunerado. Lo primero no pasa de ser una estrategia personal para mantener su estatus. Lo segundo, el trato preferente al marido de una infanta, que lo mismo le puede beneficiar a él que esperar de él un beneficio. Lo que no hay es un solo dato que demuestre que el rey estaba detrás de la trama, y mucho menos como impulsor.

Conclusión provisional: Diego Torres ha conseguido su primer objetivo, que es implicar a la Corona en el nivel de conocimiento. El juez Castro ha de ser consciente de que ese señor le está marcando el ritmo de la instrucción y haciendo que se conozcan los aspectos que a él le interesan. Debe ser consciente también de que, por ahora, solo hay una institución dañada ante la opinión pública, que es la Corona. El señor juez no puede, por tanto, mantener la duda y la sospecha durante mucho tiempo más. Lo más urgente es que termine de una vez la instrucción y ordene la apertura de juicio oral. No se puede tener a este país bajo la presión de lo que tiene toda la pinta de ser un chantaje efectuado ante los ojos de toda la nación.