Acostumbrados a elecciones en las que todos ganan y nadie se marcha, llama la atención que en Italia no haya cierto vencedor. Ni Bersani, que en teoría quedó primero. Ni Berlusconi, a pesar de su resurrección. Ni Grillo, con unos resultados tremendos. Dicen por los pasillos que Italia va sola, pero la prima de riesgo también se dispara sola. Los recortes se llevaron al que puso el rostro para ellos: Monti. Y poco más. Se sabía que las cifras de las urnas iban a ser un reto para los matemáticos y los analistas electorales. Y ayer empezaron las cábalas más fellinescas. Al partido de Berlusconi le seduce volver al poder (y todo lo que supone) y se ofrece para formar coalición con la izquierda de Bersani. La izquierda no sabe lo que hacer y está dispuesta a hablar con todos. Ha llegado primera, pero tampoco puede cantar gol. El que sí sabe lo que va a hacer es Beppe Grillo, que ya ha asegurado que irá contra la posibilidad de una gran coalición. Dicen que en Italia son especialistas en negociar resultados con lo mínimo en fútbol, en cocinar pasta con lo justo para las comidas y hasta en administrar la pasión. Mucho van a tener que negociar, que cocinar y que administrar en las próximas semanas.