Jesuitas

Eduardo Riestra
Eduardo Riestra TIERRA DE NADIE

OPINIÓN

17 mar 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

C uenta la leyenda que dos curas fumadores, uno dominico y otro jesuita, preguntaron a Roma sobre su vicio. ¿Se puede fumar mientras se reza?, plantea el primero, y claro, le dicen que no. Pero el segundo lo presenta de manera más sutil: ¿y rezar mientras se fuma? Hombre claro, rezar se puede en cualquier momento del día. Los jesuitas, además de sagaces, son grandes viajeros. A ellos, españoles y portugueses, debemos las primeras noticias sobre el Japón. Jesuita fue Pedro Páez, el descubridor de las fuentes del Nilo azul, que a principios del siglo XVII -cuando Cervantes andaba publicando su famosa novela- vivió en Etiopía y convirtió al catolicismo al emperador copto Susinios, descendiente de Salomón y la Reina de Saba. James Joyce arranca su Ulises con la famosa mención de Buck Mulligan, amaneciendo en esa especie de piso de estudiantes que es la torre Martello y celebrando la misa del afeitado diario: Come up, you fearful jesuit, cobarde jesuita. Eran los curas del Diario Irlandés de Heinrich Böll que se retrasaban en la cena mientras la proyección del cine de verano aguardaba por ellos con toda la naturalidad del mundo. Cuando aquellos pijos navarros del siglo XVI que decidieron encauzar su energía hacia la religión con tres votos ingenuos y literarios -pobreza, castidad y peregrinar a Jerusalén-, Ignacio de Loyola y Francisco de Javier, iniciaron una aventura que culmina hoy el papa Paco -espero que él y ustedes me perdonen la confianza- al que yo deseo mucha suerte, que la va a necesitar.