El color de los cerezos

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

06 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Ayer vi un cerezo rosa, o tal vez era un pruno, pero yo he visto un cerezo que se quedó en mis recuerdos de mocedad devolviéndome a una noche de agosto en la que me enamoré para siempre escuchando, bailando, la canción de Pérez Prado Cerezo rosa, basada en el tema norteamericano Cherry Pink que el rey del mambo convirtió en un inolvidable chachachá. Aquella pasión, aquel amor adolescente, duró lo que dura agosto. En el archivo sentimental donde guardo la banda sonora de mi vida, está asimismo vigente la melodía del maestro Manzanero, que en un bolero sigue preguntándose de qué color son los cerezos.

Si ayer me quedé prendado de uno de los símbolos de esta perezosa primavera, esta mañana de abril escuché el canto de un cuco, ese pájaro impostor que como en una metáfora de la convulsa sociedad española pone los huevos en los nidos ajenos, como un okupa cualquiera que no teme a los desahucios hipotecarios. Todo un síntoma. Y me llamó la atención, al escuchar su canto ritual, la señal -cucú- de su llegada, que en la república de las aves las reglas del juego no tienen las cartas marcadas y la naturaleza nunca se hace trampas en el solitario. Escribo así para no mirar de frente la locura colectiva en que está sumido el país, la sucesión de escándalos, la apoteosis del cainismo, la mentira como estrategia y la manipulación como táctica. No sé cómo contar a mis amigos extranjeros lo que sucede en España sin que resulte inverosímil, y el cansancio dialéctico solo es comparable a la fatiga del metal que hace capotar a las aeronaves.

Aquí a todos los gatos, sean o no sean pardos, se les buscan los tres pies, cualquier noticia de primera plana tiene múltiples lecturas e interpretaciones varias, no conseguimos superar la conspiración permanente que nos posibilite una vida sosegada y normalizada. Vivimos en la cultura del sobresalto mientras afianzamos las bases del todo vale. Desterramos el rigor y nos instalamos en la consigna.

Pero conviene recordar que de los veinte huevos que pone el cuco en nido ajeno, solo tres se convierten en pollo; nacen tres jóvenes cucos, que se encargan de romper o expulsar del nido a sus hermanos, a los huevos que todavía no han roto su cáscara. Conviene recordar que no todos los cerezos dan los rojos frutos que al comerlos estallan en la boca, que hay muchos estériles, y aunque los cerezos rosa son muy decorativos, su floración es efímera.

He viajado a bordo de los recuerdos a otro país donde siempre era primavera, y agosto no agostaba la memoria. Tal vez porque entonces todos los cerezos eran rosa y la vida por venir, una melodía de Pérez Prado.