Destrozos en las casas de turismo rural

Celso Currás
Celso Currás NUESTRA ESCUELA

OPINIÓN

17 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Las causas del reciente comportamiento destructivo de los jóvenes tienen mucho que ver con la violencia que hay en la sociedad, acrecentada por los medios. Incluso con la crisis económica y con el gregarismo generado por las redes sociales. Pero la principal no es de ahora; viene de la cuna de cada uno de los participantes en el sarao. Salvo excepciones, que seguro que las hay, estamos ante problemas de educación familiar.

Jóvenes formados en un ambiente de permisividad y sobreprotección, en el que no falta de nada, en los aspectos económico o de libertad mal entendida. Se carece, sin embargo, de valores imprescindibles en la formación de una persona: autoridad responsable, austeridad y afectividad auténtica, por iniciar solamente el orden alfabético. Educación, en una palabra, responsabilidad primera y principal de los padres.

Por muy deshumanizada y economicista que sea nuestra sociedad, los progenitores han de educar a sus hijos para cambiarla, no para perpetuarla. No basta con que tengan dinero o hagan una brillante carrera superior. Fallará lo más importante: la persona madura y bien formada, con una sólida escala de valores, criterios firmes de conducta, responsabilidad y tolerancia a las frustraciones.

Las consecuencias de una educación permisiva y sobreprotectora son hijos consentidos, inmaduros, irresponsables y carentes de autocontrol y de agradecimiento. Caldo de cultivo ideal para lo que ha pasado en las casas de turismo rural o lo que viene ocurriendo en los botellones. Son hechos cada vez más frecuentes, en determinados sectores de la juventud. Pretender buscar una disculpa en el consumo de alcohol no es admisible. Se puede beber en exceso sin perder el control.

Afortunadamente, hay muchos jóvenes bien educados. Parece, por lo tanto, extraño que, al menos un grupo de ellos no hubiese tratado de impedir las consecuencias de este vandalismo. Quizás para no pasar por aguafiestas o por raros, han preferido mirar para otro lado, ocultarse en la masa. De la misma forma que se acude ciegamente a una cita a través de las redes sociales o que se bebe alcohol sin ningún tipo de satisfacción. Y este es otro mal de nuestro tiempo: la falta de personalidad e independencia para tener coherencia entre lo que se piensa, se dice y se hace.