Reindustrializar Galicia

Andrés Precedo Ledo CRÓNICAS DEL TERRITORIO

OPINIÓN

21 may 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Tras la crisis del anterior modelo industrial, el nuevo desarrollo urbano y regional se basó en los servicios que, por eso, se llamó posindustrial. Una confianza excesiva en el papel del terciario como generador de riqueza llevó a aplaudir la deslocalización de la producción desde Europa a los emergentes países taller. Los nuevos polos manufactureros incrementaron sus tasas de crecimiento económico y también su aporte de conocimiento, dando el paso a un nuevo mapa económico global. Mientras, muchas regiones y ciudades europeas seguían soñando con un paraíso del conocimiento soportado por un terciario productivo global. Cierto que algunas ciudades alcanzaron ese papel, pero en general la actual crisis dibujó una nueva geografía económica, donde el modelo posindustrial europeo ya no garantiza el crecimiento del empleo y de la competitividad. Toca, como antes, reindustrializarse. Claro que ahora nuestra competitividad esta muy limitada por las ventajas competitivas de los que antes no eran más que países en desarrollo y hoy son las economías más poderosas del planeta. Hay que repensar todo de nuevo.

Y por lo que a Galicia toca, la reinvención de su futuro debe pensarse desde un sector productivo más y mejor dimensionado y con una política regional, y también de infraestructuras y equipamientos, más orientada a atender la nueva industria que a intereses de otro tipo. Debemos reflexionar sobre una Galicia metropolitana más innovadora, competitiva, avanzada y en donde el excesivo peso del sector público debe ser sobrepasado por la aportación de riqueza de un renovado sector industrial. Puertos, aeropuertos, autopistas, ferrocarriles, suelo empresarial, parques tecnológicos, centros de formación profesional de excelencia, centros de investigación aplicada a la nueva industria y a la actual, son factores positivos para entrar en la senda del crecimiento. Es hora de cambiar el discurso y no seguir pensando en un discurso localista, en unas industrias obsoletas o mal gestionadas y en un turismo que carece de capacidad para ser el soporte de la nueva economía.

Empresas tecnológicas y nuestra principal ventaja comparativa: imagen de marca asociada a la calidad de nuestra producción de alimentos. Y aunque la marca Zara no siempre se asocia a nuestra tierra, gran parte de sus frutos y de su efecto multiplicador están detrás de nuestras cifras macroeconómicas y abre nuevas oportunidades. Eso exige una transformación de la óptica con la que se miró a nuestros sectores productivos y en particular al primario, una gran reserva de nuevos empleos, y donde la aplicación del talento que perdemos podría dar resultados inesperados. Hemos perdido mucho tiempo mirando a la herencia del pasado y minusvalorando el potencial de empresas de economía creativa, así como del espacio rural, pero aún estamos a tiempo de cambiar.