Fiscales, poderosos y opinión pública

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

22 jun 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La Fiscalía Anticorrupción se opone a que José María Aznar declare como testigo en el caso Bárcenas. Está en su derecho y posiblemente el juez Pablo Ruz tenga en cuenta su criterio, pero sería una pena. Sería una pena, porque el señor Aznar, como presidente que fue del PP, podría aportar mucha luz a la opinión pública. Podría explicar cómo se gestionaban los dineros del partido y qué hubo de verdad en los sobresueldos, hasta dónde llegaban, quién los cobró y qué se trataba de premiar con ellos. O lo podría desmentir todo, con lo cual le hubiera hecho un favor a su partido. No podemos olvidar que, como testigo, está obligado a decir toda la verdad. Su testimonio hubiera sido valioso para esclarecer unos hechos que tienen soliviantada a la opinión.

Otro fiscal, el del caso Blesa, se opuso al ingreso en prisión del expresidente de Caja Madrid. Resultó extraño para mucha gente, porque existe la creencia de que un fiscal tiene la obligación de estar siempre en contra del reo: para evitar medidas cautelares ya está el abogado defensor. Sin embargo, el fiscal tenía razón: el juez Elpidio Silvia se había excedido, y tuvo que decretar la libertad inmediata. Triunfó la razón jurídica sobre el papel tradicional de los fiscales. Ha sido un ejercicio de profesionalidad.

Un tercer fiscal -el primero por orden de aparición en escena- se opuso a que el juez Castro imputase a la infanta doña Cristina. Y no solo eso, sino que recurrió el auto de imputación, triunfó ante la Audiencia de las islas Baleares y el magistrado tuvo que andar a la caza de un posible delito fiscal para imputar a la señora de Urdangarin, con todos los misterios de fincas y carné de identidad que el lector conoce. Por ahora está siendo el fiscal quien tiene la razón, según los órganos judiciales que dicen la última palabra.

Vistos los tres casos aislados, no tienen mayor importancia: los fiscales expresan libremente su criterio y casi siempre con argumentos muy fundados. Sumados los tres ejemplos, la opinión pública se pregunta: si la infanta no fuese la infanta, si Blesa no fuese Blesa y Aznar no fuese Aznar, ¿tendrían los fiscales la misma actuación? Quiero pensar que sí, pero los ciudadanos ajenos al mundo judicial no recordamos casos de fiscales que hayan obrado así ante ciudadanos de menor rango y condición social. Los tuvo que haber, por fuerza, pero las noticias de personas de menor rango apenas se publican. Con lo cual, la opinión más extendida hoy es que los fiscales son acusación cuando se trata de ciudadanos normales y defensa cuando se trata de poderosos. Ayer mismo, del señor Aznar y su partido. No es así, no puede ser así; pero a ver quién quita esa convicción al conjunto de la sociedad.