Don Francisco Pérez de los Cobos es un honorable ciudadano al que, en principio, no hay nada que reprochar. Don Francisco Pérez de los Cobos era un correcto y creo que apreciado profesor universitario hasta que fue nombrado presidente del Tribunal Constitucional. Y don Francisco Pérez de los Cobos es el último ejemplo del hombre público que, como la mujer del César, además de ser honrada, debe parecerlo. Y ahí es donde falla su impecable trayectoria: se le ha descubierto su militancia en el PP. Tuvo carné y pagó cuotas. Y ser militante de un partido es un acto de voluntad que significa identificación con el ideario y los objetivos de ese partido. Conclusión inicial y tajante: no es el hombre más idóneo para presidir un órgano institucional nacido para interpretar nada menos que la Constitución.
Siento decirlo así, por mucho que al señor Pérez de los Cobos le amparen algunas normas legales que, por cierto, demuestran el marasmo legislativo de este país: la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional dice que sus magistrados podrán desempeñar «funciones directivas en los partidos», al mismo tiempo que en otro artículo les obliga a las mismas «incompatibilidades propias de los miembros del poder judicial»; es decir, que los jueces no pueden militar en ningún partido ni sindicato.
Pero esta no es una cuestión estrictamente legal. Es una cuestión de ética y coherencia. Bastante daño se hace al Tribunal y al Consejo del Poder Judicial con el nombramiento de sus magistrados y vocales por cuota de partidos, lo cual los hace funcionar como si fuesen una terminal del Congreso. Pero mucho más daño se hace si la mayoría (en este caso conservadora) elige directamente a alguien que entró en el tribunal siendo militante. Dice Esteban González Pons con su dialéctica apabullante que, de seguir así, terminará siendo delito votar al PP. González Pons sabe perfectamente que hace una caricatura. No se trata de objetar y menos de vetar una ideología. Se trata de lo dicho: de ser honrado y además parecerlo.
Ahora el señor Pérez de los Cobos puede ser recusado en multitud de votaciones, como lo fue Pérez Tremps en el Estatuto de Cataluña por haber redactado antes un informe para la Generalitat. Puede perjudicar la ya muy decaída credibilidad del tribunal, porque la militancia provoca desconfianza en sus resoluciones y hay grandes temas donde se impone la ideología, desde los derechos sociales a la política educativa, pasando por el propio modelo de Estado. Y además, qué diablos: no están las instituciones para más desprestigio o dudas sobre su fiabilidad. No pido el sacrificio de Pérez de los Cobos. Solo digo que se ha cometido un error. Y ese error se agrava persistiendo en él.