Merkel, nuestra presidenta

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente LA MIRADA

OPINIÓN

23 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Los alemanes reeligieron ayer a su canciller y nuestra presidenta de facto. Y después de su aplastante triunfo es aún más fuerte. La mujer que nos prescribe, al igual que a otros países del sur, las recetas de ajuste y austeridad en dosis de caballo que están empobreciendo y causando estragos en los ciudadanos, eso sí con la colaboración necesaria de los Gobiernos autóctonos de turno. Pero la pragmática Angela Merkel no ejerce el liderazgo político que en estos momentos sería imprescindible para Europa, sino una férrea hegemonía económica al servicio de los intereses alemanes. Nunca hay que olvidar que Berlín es la primera interesada en que la Europa del euro no se venga abajo. Por eso no lo ha consentido. Aunque haciendo lo mínimo. Solo en el último momento, cuando Grecia, España o Italia se han asomado al abismo, ha actuado para evitar la catástrofe. Pero a cambio de que acepten sus reglas de juego. Su advertencia de que nunca aceptará los eurobonos marca cuáles son sus límites en la construcción europea. Dicho esto, la patente de los despilfarros autonómicos, los aeropuertos sin aviones, las autopistas sin coches o las obras faraónicas sin utilidad es española. Responsabilidad de nuestros políticos. Demonizar a Merkel, no digamos ya convertirla en una nueva Hitler, culparla de todos nuestros males, es absurdo y tremendamente injusto. Es más sencillo que todo eso: trabaja muy bien en beneficio de los alemanes. Y por eso la votan cada vez más. Pero es igualmente falso presentarla como la gran benefactora que paga la fiesta española. Esa, la de los políticos y los banqueros, la estamos pagando nosotros. Y muy caro.