Lampedusa mañana

Ventura Pérez Mariño PUNTO DE ENCUENTRO

OPINIÓN

08 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Uno de los temas más reiterados en las discusiones con amigos y amigas es la asistencia sanitaria pública a los immigrantes, y más en concreto a las personas sin papeles.

La discusión, con más o menos matices, se concreta en el dilema español/extranjero y en si nosotros debemos hacer frente a los gastos y problemas que ocasionan los venidos de fuera. De ahí, metidos en la vorágine de los recortes, listas de espera y saturación hospitalaria, llegamos, casi sin darnos cuenta, a la defensa de una cierta xenofobia. Y es que, además, es muy fácil llegar a ella si nos bajamos a las cifras concretas. Y así, por ejemplo, si había tres médicos para cada mil ciudadanos, y si por las medidas de austeridad se reduce el número de facultativos, aún tocará a menos si hay una mayor lista de pacientes.

El naufragio en las costas de Lampedusa plantea en esencia la misma cuestión. Repartamos la tarta y dejemos entrar en la Europa próspera a los africanos, plantean en un extremo unos, o impidamos por cualquier medio su llegada a nuestras costas, afirman desde el otro extremo.

Si optamos por la primera hipótesis, qué duda cabe de que abriríamos un problema de dimensiones imposibles; y si los dejamos naufragar y ahogarse o morir de sed en los diversos desiertos que tienen que atravesar, mantendremos a millones y millones en la más absoluta penuria.

Todos los días se producen decenas o centenas de casos como el de Lampedusa: niños que se mueren al nacer, hambrunas, epidemias, sida, pateras? Todos los días hay ocasiones para avergonzarse, y lo cierto es que en general no lo hacemos ni nos preocupa. Solo nos conmovemos, lo justo, cuando la televisión proyecta largas filas de muertos cubiertos pudorosamente.

Hemos visto cómo, dejando las causas al margen, el problema se ha centrado en si es culpa de Italia o de la Unión Europea o en la noticia de que Italia concede la nacionalidad a los fallecidos. ¿Para qué?

Pensemos en África. Uno de los problemas básicos es el del control de la natalidad. De urgencia. ¡Vivan los preservativos!

A partir de ahí, no nos queda ni más ni menos que exportar el desarrollo. Evitar que la esperanza en el futuro los ponga en la disyuntiva de que, aun sabiendo de que pueden encontrar la muerte, se tiren desesperados en oscuras aguas fronterizas.

Es cierto que es un problema enrevesado, pero no irresoluble. Hay muchas cosas que hacer, y lo peor es no considerar el problema como nuestro. Lampedusa es el símbolo de la tragedia, pero mañana habrá más Lampedusas. Ninguna razón hay para que no se repita.