Hay películas de intriga que consiguen lo que buscan. No pesan los minutos, aunque se vayan a las casi dos horas y media. Y no pesan los minutos porque la soga de la trama aprieta lo justo al espectador para que este no deje de prestar atención. Sucede con Prisioneros, la película en la que Lobezno hace un estupendo papel de padre de familia desquiciado porque le han secuestrado a su hija pequeña. Lobezno es una manera de decir Hugh Jackman, no es que el superhéroe aparezca en escena. Esta película va de personas normales que sometidas a hechos duros ven cómo sus vidas saltan en pedazos. ¿Volverán a ser los mismos? Jamás se vuelve a ser el mismo. Todos los actores llevan su sufrimiento con categoría en pantalla. Pero es el policía que interpreta Jake Gyllenhaal el que está que se sale. Le da el toque justo al personaje. La tensión de tener que solucionar un caso en el que dos niñas pueden perder la vida a medida que avanza el reloj y que caen los días, como losas. Borda al detective que tiene que conseguir lo imposible, al hombre que no descansa y así es que en su cara empiezan a asomarse los tics. Los ojos que casi ya no se pueden mantener abiertos. Jake Gyllenhaal vuelve después del éxito de Brokeback Mountain. Prisioneros tiene ese toque oscuro y desasosegante estilo Zodiac que te ata a la butaca.