A nadie bronqueó tanto Adolfo Suárez como a su amigo Agustín Rodríguez Sahagún. Llegó a insultarlo, algo insólito en los usos afectuosos del entonces ya dimitido presidente del Gobierno. Fue cuando Suárez se encontró con el nombramiento de Alfonso Armada como segundo jefe del Estado Mayor. Si algún enemigo tenía Suárez era el general que así recuperaba mando en el Ejército. Durante mucho tiempo había insistido ante el rey para enviarlo lejos de Madrid, y consiguió nombrarlo gobernador militar de Lérida, donde siguió conspirando hasta el punto de comentar la necesidad de derribar al Gobierno de UCD para formar un Gobierno de concentración. Verlo de nuevo en Madrid fue para Suárez el anuncio de un próximo golpe.
¿Por qué don Juan Carlos aprovechó la primera oportunidad de Suárez dimitido para traerlo? Se lo he preguntado directamente, y me dio la respuesta que figura en mi libro Puedo prometer y prometo y se resume así: habían trabajado juntos 17 años; el rey jamás percibió una muestra de deslealtad en su antiguo preceptor, y mucho menos podía sospechar que pudiera promover una intentona golpista. Al final, al rey le quedó una profunda decepción; no me lo dijo, pero verlo en la trama del 23-F le produjo la sensación de engaño, por no decir de traición.
A todo esto, los historiadores se encontrarán con una dificultad de interpretación: ¿qué versión es la más cierta, la de Armada, que afirma su lealtad a la Corona, o la del tribunal que lo condenó a 30 años de prisión por haber sido cabeza del golpe? Mi tesis es que Armada conspiró, pero de forma distinta a Milans del Bosch. Milans intentó la fuerza, con la intención de un golpe duro. Milans era el jefe, como demostró Tejero al consultarle todos sus pasos aquella noche. Armada, en cambio, intentó ser la cara civil y aprovechar la intentona para realizar su sueño del Gobierno de concentración. Y algo más: intentó acudir a la Zarzuela para presentar al rey esa solución para superar el golpe.
¿Por qué fracasó? Por dos motivos: porque, a sugerencia de Fernández Campo, el rey se negó a recibirlo, y porque se demostró la gran chapuza de la tejerada: Tejero no aceptó la solución Armada, ni nadie le obligó, y Armada se encontró sin apoyo militar ni oportunidad de intentar vender su solución al rey.
Ese fue el fracaso. Armada fue leal a la Corona, pero a su manera, y su manera era el máximo delito. Y cuando dijo que su gestión del 23-F salvó la monarquía, no mintió; pero la salvó con su fracaso. Si hubiese ganado y hubiese conseguido presidir el Gobierno fuerte soñado, habría sostenido a la Corona, sí; pero sobre una inaceptable complicidad golpista. Es decir, la habría condenado a una rápida y traumática desaparición.