De tifones y de países pobres y ricos

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

15 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Cuando la naturaleza explota, lo mejor es no estar allí. Así de claro. Y si no te queda más remedio que estar allí, mejor que pises una zona rica que un lugar pobre. Han pasado semanas desde que el tifón dejó Filipinas deshecha. Algunas de sus islas convertidas en un cruel campo de batalla. El tifón Haiyán rompió todos los medidores. Pero, aunque su paso más contundente fue sobre Filipinas, poco después cruzó Taiwán y lo que en el archipiélago filipino fueron miles de muertos en la isla de Formosa fue una decena de fallecidos. Es la diferencia entre la riqueza y la pobreza. Es la distancia insalvable entre una emergencia con recursos a otra con refugios que incluso saltaron por los aires. Es verdad que los expertos han insistido mucho en que el momento más fuerte de Haiyán fue cuando tocó Filipinas. Han repetido una y otra vez que casi, o sin el casi, fue un supertifón, fuera de catálogos. Vientos de más de trescientos kilómetros por hora desatados sobre millones de personas a la deriva. El mar creció con olas enormes que provocaron muchas muertes por ahogamiento. Incluso hecha esta valoración, si esas aldeas de Filipinas hubiesen tenido otra configuración, la masacre tal vez hubiese sido menor. Pero la pregunta clave hoy, semanas después, es otra: ¿Y cómo se encuentran ahora que ya no hay alarma mundial, igual o parecido?