Profecías y prospectivas

Fernando González Laxe
Fernando González Laxe FIRMA INVITADA

OPINIÓN

03 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El hombre siempre ha querido predecir el futuro. Su tarea estaba concentrada en pensar cómo amoldarlo a sus inmediatas necesidades y a sus propios intereses. Es decir, ha perseverado en un permanente ejercicio de predicción. Tanto fue así, que su irreversible actitud dio origen a numerosas profesiones. Se llegaron a llamar adivinos, pitonisos, oráculos, gurús o chamanes. Aquellos personajes están siendo sustituidos, hoy en día, por los tertulianos que se han ido apoderando de dicha vocación compartiéndola con los denominados todólogos (dícese de alguien que se comporta como si supiera de todo).

Sin embargo, los análisis prospectivos y los estudios de futuro son muy difíciles de plantear y de enfocar. No proliferan por doquier; y, solo en contadas ocasiones emergen aportando reflexiones de indudable valor. Casi siempre son elaborados desde la perspectiva de un organismo internacional y conformados por especialistas de diferentes disciplinas que presentan distintos escenarios posibles, para un período de tiempo señalado. El uso de los mismos es muy reciente, dada su enorme complejidad y coste. Normalmente, buscan poder identificar un escenario previsible, sin fiarse de las ideas recibidas anteriormente. O sea, se trata de un ejercicio de imaginación, elaborado de manera razonada, sobre unos nuevos escenarios, teniendo en cuenta la evolución de ciertas magnitudes y del efecto que ellas generan sobre los distintos entornos.

A partir de estas bases, los análisis prospectivos se basan en tres postulados. Se combina el futuro como un espacio de libertades, abierto a amplias posibilidades; se concibe el futuro como un espacio donde cada actor posee una parcela de poder y trata de explotarla; y se defiende el futuro como un espacio de voluntad, guiados por nuestros propios deseos. O sea, se trata de definir el futuro como un espacio con incertidumbres.

Analizando las declaraciones, tanto de los políticos como de los gurús económicos, tendríamos dos conclusiones. La primera apunta a que las perspectivas de futuro de la economía mundial son positivas; y, la segunda que, de manera inmediata, va a cambiar la actual tendencia y empezará la recuperación económica.

Tanto EE.UU. como la eurozona iniciaron su recuperación en el 2010. Estados Unidos ha recuperado ya las dos terceras partes de la caída de su PIB per cápita y la tasa de desempleo ha disminuido del 10 al 7,6 % (gráficamente se representa por una U). En la UEM, la recuperación se detuvo en el 2011, por mor de la crisis de la deuda soberana; y la recesión posterior muestra una caída del PIB per cápita, por debajo del nivel del 2009, con una tasa de paro cifrada en el 12,1 %. Se explica gráficamente por una W (caída- recuperación-nueva caída). Estos resultados están muy en línea con el comportamiento de las distintas crisis relacionadas con la disminución del PIB entre 1870 y el 2010. Si analizamos la historia del comportamiento de la economía mundial, el futuro puede llegar a ser una repetición del pasado y, entonces, la probabilidad de caída del PIB seguiría, de menor a mayor, el siguiente orden: EE.?UU., Unión Europea, Japón y la India.

Los efectos de la actual crisis son asimétricos. No se produce de igual forma en todos los países. La periferia europea muestra, hoy en día, una recesión; en tanto que Alemania es la economía europea más sólida.

¿Qué se puede extraer de estos resultados? En primer lugar, que los procesos de creatividad empresarial y su articulación dentro de los proyectos macroeconómicos son muy relevantes. Es decir, interesa medir y estimular la capacidad empresarial y no la habilidad para ganar dinero. La razón es obvia, la especulación produce beneficios personales, pero es estéril desde el punto de vista social, apunta con razón, J.?A.?Marina. Y, en segundo lugar, un negocio no es un proyecto empresarial; puesto que lo que se necesita es una economía productiva que genere ganancias a los actores, pero no solo a ellos. De ahí que se requieran activistas, creadores, desarrolladores, ejecutores y facilitadores (en la medida que son tareas que exigen competencias diferentes) para poder captar oportunidades, y no solo éxitos personales.

Los indicadores de innovación, suministrados por la Fundación COTEC, no son nada halagüeños. La certificación de estos resultados negativos está fundamentada por la escasa actividad innovadora, ya sea en términos de gasto en I+D, en el sector público como en el privado; y porque la apuesta por la relevancia del conocimiento también se ha visto resentida en los años de recesión. Son aspectos que provocan, al mismo tiempo, una menor capacidad para crear valor y unas actitudes que suponen renunciar a las posibilidades de aumentar el crecimiento. Aspectos con los que se pueden desvanecer las opciones de futuro.

Estas consecuencias implican un retardo en el desarrollo de una ventaja competitiva y un obstáculo de cara a una senda convergente con los principales países europeos. O sea, no estamos aprovechado las actuales ventanas de oportunidad en los mercados para garantizar un mayor crecimiento y una dinámica de creación de empleo. Por eso, los informes apuntan a que debemos aplicar políticas no solo de oferta, sino también de demanda.

En suma, algunos gobernantes están renunciando de antemano a afrontar el futuro. Se le tiene mucho miedo a la prospectiva; por eso, se refugian en el corto plazo; con los riesgos que ello supone en lo que concierne a alejarnos de las economías más dinámicas.