Síntoma no es solo un fenómeno revelador de una enfermedad, sino también señal o indicio de algo que está sucediendo o va a suceder. Esta segunda acepción es la que puede aplicarse a la reciente adjudicación de los floteles por Pemex a los astilleros de Barreras y Navantia. Proporcionar trabajo es siempre una buena noticia, dado el elevado número de parados que tenemos. Hay unanimidad en que mientras esa cifra insoportable no se reduzca ampliamente no habremos salido de la crisis, por más que haya datos de que estamos abandonando la recesión. Aumenta su valor en este caso teniendo en cuenta el desempleo que arroja la construcción naval en Galicia. La óptica desde la que se contemplan los datos positivos en una situación como esta es muy distinta a la que incita un período de bonanza. En la que atravesamos constituye un éxito el bien posible, cuando no, lo menos malo. No es cuestión de incapacidad para reconocer lo mejor, sino la conciencia de las limitaciones de una coyuntura adversa. Por eso, no es fácil de entender que no se juzguen como un dato claramente positivo las citadas adjudicaciones, aunque hayan tardado más de lo en principio esperado.
Esas reacciones son un indicio de cómo está funcionando el sistema democrático entre nosotros. Es evidente que los floteles fueron una de las apuestas programáticas de Núñez Feijoo en su campaña electoral. Le corresponde, por tanto, que se le anote en su acción de gobierno. A la oposición no se le pide que le ponga la alfombra roja, pero sí admitir que ha sido un paso adelante para Galicia, que uno y otros representan. Hasta se podía manifestar colaboración para ulteriores iniciativas en esa dirección. Es sabido que el comportamiento cicatero no es exclusivo de Galicia, ni están libres de él todos los partidos cuando no gobiernan. Los floteles, que podrían servir para la concordia, acentúan, con diferente intensidad, la discordia. Es señal de la dificultad del consenso, que raya en lo imposible si se hablase de un Gobierno de coalición a la alemana.
La adjudicación de los floteles ofrece aspectos que rebasan ese hecho puntual. En su consecución ha habido una iniciativa del presidente de la Xunta, que ha aprovechado sentimientos que enlazan México con Galicia y ha involucrado al presidente Rajoy consiguiendo que fuese también una cuestión de Estado a Estado. Quizá no fuese difícil, pero había que conseguirlo y en ello volcó Núñez Feijoo su prestigio político en el PP, como probablemente hizo con la adjudicación a Banesco.
La iniciativa es novedosa y concuerda con la globalización que caracteriza a nuestra época. La crisis ha espoleado la búsqueda de soluciones en el exterior, en el nivel empresarial y personal. Lo que se ha realizado en esta ocasión constituye un patrón a seguir en el futuro: mostrar las potencialidades de Galicia, creando las redes oportunas, en un mundo competitivo. Una «puerta a la esperanza» se ha dicho. Podrá parecer pequeña. Agrandémosla, pero no la cerremos.