No intento emular a Martin Luther King en su discurso profético ante centenares de miles de manifestantes frente al Capitolio de Washington. Pero yo anoche tuve un sueño, que me mostraba, ponía nítidamente ante mis ojos, la desaparición de Galicia, un Blade Runner con final difuso que daba cuenta y razón de una Galicia asulagada, inundada, la apoteosis del cambio climático que desdibujaba, borrándola, la totalidad de la línea costera mientras las aguas avanzaban hacia el interior del territorio devastando pueblos y ciudades.
Sobresalían en el paisaje marino las espadañas de las torres de la catedral de Compostela, y en el sueño vi cómo en una isla de piedra emergía el piso más alto de la torre de Hércules.
El Gobierno de la Xunta se había instalado en el exilio y una vez al mes reunía en la cumbre de Cabeza de Manzaneda al consejo general para de esta forma mantener la presencia territorial donde antes se situó Galicia. Ahora en los mapas, y en homenaje a un popular producto de la tierra, el antiguo país aparecía señalado como el mar de Grelos.
España era un pequeño país que comenzaba donde antes tenían los límites la comunidad de Castilla y León y estaba conformado por la vieja Castilla. Iba desde el Bierzo hasta Almansa y desde Jaén a Navarra. Los países vecinos, Portugal y Cataluña, habían quedado bajo las aguas.
Más que un sueño fue una pesadilla. El Estado español se empeñó en mantener la vieja estructura del territorio y agrupó los presupuestos de Asturias, Cantabria, el País Vasco y Galicia en los llamados Arrecifes del Norte. Levante y la alta Andalucía -solo quedaba Jaén- se convirtió en el llamado mar del Sur, con el superpuerto de Linares, adonde llegaban los cruceros que en gran número visitaban lo que quedaba de España.
Los gallegos habíamos emigrado masivamente a la República Checa y Austria, donde el líder mundial del sector textil había trasladado su negocio, que décadas antes había iniciado en Galicia. Holanda, Suecia, Noruega y la Francia continental ya no existían.
Gran parte de la tierra era agua, nuevos mares, pequeños océanos iban conquistando lo que antes fueron pueblos, ciudades, comarcas, provincias, autonomías, países, y lo malo es que donde antes estuvo Galicia seguían los inviernos lluviosos, las galernas frecuentes y los vientos huracanados campaban a su antojo.
Los veranos eran cálidos y a los veleros les gustaba navegar por donde un día se señalaba en las cartas náuticas que estuvieron ubicadas las islas Cíes.
Anoche tuve un mal sueño...
Desperté empapado en sudor. El sueño no había llegado a su final. Miré por la ventana y fuera llovía. No podía ser de otro modo.