No hace mucho, la ministra de Fomento daba la noticia de que el eje atlántico ferroviario no se prolongaría hasta Ferrol. La verdad es que a Ferrol le tocan todas. Cierto que la iniciativa local nunca se ha distinguido por ser muy proactiva, y que sus políticos nunca han sabido -o no han podido- estar a la altura que las circunstancias exigían. Hoy es una ciudad decadente, sobre un tejido histórico deteriorado y con un dinamismo decreciente, habiéndose transferido ese dinamismo económico, social y político al vecino concello de Narón, el motor de la ría. Probablemente el haberse quedado añorando el pasado no favoreció pensar la ciudad de otra manera. Ferrol sigue anclado en un proyecto de ciudad difícilmente competitivo. No obstante, existe en torno a la ría un tejido industrial y empresarial más importante de lo que suele considerarse, y además la reparación de buques y la ingeniería naval son activos importantes y muy competitivos.
La ciudad decidió construir un puerto exterior, con otras finalidades y otras motivaciones, y tras varios años construido sigue sin ferrocarril, como punta Langosteira, llamados a una integración que favorecería a ambos. Una carencia que pone una barrera a su consolidación como terminal internacional.
Pues, como eso era poco, ahora nos dicen que el nuevo ferrocarril no llegará a Ferrol, lo cual será una razón más para su aletargamiento y un freno a posibles opciones de competitividad. Tal vez llegó el momento de que las ciudades y los puertos del golfo Ártabro piensen en común y vuelvan a aquella Ciudad de las Rías de Albalat ampliada al actual espacio funcional, es decir lo que denominé Ciudad Ártabra, desde Carballo a Cedeira, y retomar la idea de los puentes para conectar por tren y carretera las ciudades y los puertos, constituyendo una gran plataforma portuaria en la esquina noroeste de la península. Una nueva centralidad marítima para el nuevo escenario del comercio mundial, donde el tráfico marítimo vuelve a recuperar el protagonismo que en otros tempos, cuando solo se miraba a Europa, había perdido. Un tren metropolitano de cercanías y la conexión de los puertos por un eje rápido podría ser una nueva oportunidad para empezar a pensar en Ferrol, y en A Coruña, de otra manera, más allá de los límites del localismo municipalista. Un proyecto ambicioso que incluso podría ser atractivo para esa inversión privada que Galicia necesita. Galicia necesita grandes proyectos para superar el actual minifundismo mental.