La dirección de La Voz no me encomendó esta columna para repartir felicitaciones a nadie, y menos a la clase política. Pero el director me disculpará que hoy haga una excepción, porque es preceptivo felicitar al PP por la cantidad de talento, valía profesional y excelencia política y empresarial que se encuentra en su militancia más eximia. Por si alguien tiene dudas de esas altísimas cualidades, los próximos nombramientos en Enagás las despejan de forma contundente: tres veteranos militantes y otras dos personas que ostentaron altos cargos en las Administraciones del PP van a ser designados consejeros de esa empresa energética. Los cinco nombres de la gloria son: Antonio Hernández Mancha, Ana Palacio, Isabel Tocino, Luis Valero y Gonzalo Solana.
Como es natural, todos ellos (y ellas) serán designados por su amplia experiencia en el sector energético y concretamente en el especializado ámbito del gas. No acceden a ese consejo por ningún vínculo político ni ideológico. Estoy convencido de que sus biografías y preparación técnica han sido examinados con todo rigor y comparados con otros posibles aspirantes. Aunque el control accionarial de Enagás corresponde a la estatal SEPI, eso no significa en modo alguno que se deje manejar por los poderes públicos ni que haya una intención oculta de tener en el consejo personas próximas al Gobierno por lo que se pueda necesitar. El hecho de que el Ministerio de Industria esté preparando una reforma del sector del gas es una pura casualidad.
También merece sincero elogio la entrada de los cinco en bloque. En tromba, que se suele decir en estos casos. Podía hacerse nombre a nombre, que era más disimulado y levanta menos sospechas. Pero no: sinceridad ante todo. Cuando se entra a administrar una empresa estratégica, se entra con toda la escuadra, no sea que después no haya segunda oportunidad. Si se trata de ocupar, se ocupa, que para ello se habló de la nueva derecha española como «la derecha sin complejos». Ya está bien de andar con timideces en esto de la ocupación de organismos, instituciones y ahora empresas. Hay que hacerlo por las claras y sin tapujos. Eso es anticiparse a la Ley de Transparencia.
Y cierro estos elogios con un último testimonio de satisfacción por el progreso de la democracia. Cada vez está más claro nuestro poder como votantes. Cuando depositamos un voto en la urna cada cuatro años, no estamos eligiendo solo un Parlamento ni un Gobierno municipal, autonómico o nacional. Estamos eligiendo administradores de empresas. Cada día es más perfecto nuestro sistema representativo. Y más abierto. Y más libre de injerencias y caprichos del gobernante. Estamos alcanzando la máxima perfección.