Magdalena Álvarez, ministra de Fomento entre el 2004 y el 2009, ostenta un récord que no cabe discutirle: haber sido el único miembro de un Gobierno reprobado por una de las cámaras de las Cortes desde que en 1977 se recuperó la democracia. Álvarez lo fue en diciembre del 2007 por la mayoría del Senado y no ocurrió otro tanto en el Congreso (donde votaron a favor de la reprobación 170 diputados y 173 en contra) porque dos tránsfugas consiguieron impedirlo.
Aquella hazaña le pareció a Zapatero merecedora de un premio a la altura de quien gobernó su ministerio como elefante en cacharrería. Y así, Álvarez -famosa en nuestra comunidad por haber calificado de «Plan Galicia de mierda» al proyecto de infraestructuras que siguió al accidente del Prestige- pasó a ocupar el puesto de eurodiputada, un recurso socorrido para dar un retiro de oro a los ministros a los que un presidente quiere sacarse de delante. Cuando en junio del 2010 fue nombrada vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones, dentro de la cuota española en las instituciones de la UE, Álvarez culminó su carrera hacía el reino del gran chollo y la suma canonjía: un sueldazo, viajes a todo trapo y una vida que para sí la quisieran no ya los españoles de a pie, sino incluso los que se dedican profesionalmente a la política.
El séptimo cielo de una de las peores elecciones ministeriales de Zapatero, ¡que ya es decir! (el presidente que la nombró lo que hizo en realidad fue perpetrar un nombramiento), se rompió en julio del 2013, cuando la jueza Alaya, instructora del escandalazo de los ERE, la imputó de llenó en el asunto.
Álvarez, genio y figura, ni se dio por enterada y es probable que intente hacer lo mismo ahora que la jueza le ha impuesto una fianza civil de 29,5 millones de euros (5.000 millones de pesetas) acusándola de haber implantado un sistema ilegal para el pago de las subvenciones de los ERE durante tres de los diez años (1994-2004) en que fue consejera de Economía y Hacienda de la Junta de Andalucía.
El Banco Europeo de Inversiones es una institución que pide prestado dinero en los mercados de capital y lo presta, a su vez, a tipos bajos, para proyectos de mejora de las infraestructuras, el suministro de energía y el medio ambiente, tanto en los países de la UE como en los que están en vías de desarrollo.
Que Magdalena Álvarez se mantenga en ese puesto mientras sus eventuales responsabilidades penales no se aclaren constituye no solo una vergüenza inadmisible: algo equivalente a mantener como jefe de bomberos a un acusado con firmes pruebas de incendiario. Es, además, la mejor forma de dejar quedar a España entera a la altura del betún; de probar que, para peor, Spain is different; y de reforzar la desconfianza e incluso el desprecio de los españoles hacia las instituciones de la UE.