Tiene un don Gallardón. O más bien varios. Crispa. Y une también. Es como el Mourinho del Gobierno de Rajoy. Sucedió con la reforma del aborto. Y en Galicia vuelve a suceder con la nueva planta judicial que propone. Ha llegado a soliviantar a alcaldes de signos contrarios; a jueces, abogados, fiscales y procuradores; a ciudades y villas pequeñas. Muy democrático en el reparto de agravios. Eso sí que es justicia universal.
Las cosas no se ven igual aquí que a unos seiscientos kilómetros. Iniciativas que son jaleadas por diputados de todos los partidos en el Parlamento gallego mueren en la orilla del Congreso, en Madrid. ¿Es cinismo por las dos partes? ¿Es un recadito desde aquí? ¿Es un «prietas las filas» allí? Puede que un poco de todo. A veces se echa de menos a esos versos sueltos de otros lares. O Hórreo no es una jaula que mantenga a raya a los leones.
Ojalá se concrete todo lo de Barreras. Y que la flota de encargos no tenga que luchar contra los elementos. Como Noé y su arca, hay ciudades gallegas que necesitan grandes barcos para salvarse en medio de este diluvio universal.