La hija de Jean-Marie Le Pen

Manuel Fernández Blanco
Manuel Fernández Blanco LOS SÍNTOMAS DE LA CIVILIZACIÓN

OPINIÓN

09 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Jean-Marie Le Pen, el fundador del Frente Nacional, no esconde la pulsión que lo anima. Fue procesado por decir que la ocupación nazi de Francia «no fue particularmente inhumana» y que las cámaras de gas fueron «un detalle de la historia» (antes había ido incluso más lejos al negar su existencia). Pero no es necesario retrotraerse a estas declaraciones. En un mitin en Marsella, en la pasada campaña de las europeas, y antes de dar la palabra a su hija, afirmó que «el señor Ébola puede solucionar el problema de la inmigración en Francia en tres meses». Estas declaraciones, para consumo de fanáticos y con un desprecio absoluto al márketing político, condicionaban su techo electoral.

Marine Le Pen no es tan bruta, es más astuta que su padre, y maneja mejor los semblantes que convienen. Ella no piensa en el ébola como remedio para la inmigración en Francia, piensa en un carné de ciudadanía por puntos (al estilo del carné de conducir). No maneja el discurso clásico de la ultraderecha: no está en contra del aborto, se ha divorciado dos veces y defiende la laicidad del Estado. En algunos aspectos se presenta como una mujer de su época, como una ciudadana de la República. Su discurso hipnotiza apelando al ideal de la grandeur. Su racismo está disimulado, es un racismo 2.0, en palabras del psicoanalista francés Éric Laurent. Sus planteamientos xenófobos no parten del postulado clásico (consciente o inconsciente) de negar la humanidad a quien no reconocemos como semejante por su color, religión, cultura o procedencia. Esta negación de la humanidad del otro tiene un ejemplo claro y reciente en los estadios de fútbol. Me refiero a esos espectadores que imitan gestos simiescos o arrojan plátanos a jugadores de raza negra. Su mensaje: un negro no es un hombre.

Marine Le Pen refina el argumento. No dice que un inmigrante no es un hombre, dice que un inmigrante no es un francés y que la inmigración supone una amenaza de disolución de la esencia nacional francesa. Así extiende en la ciudadanía el temor íntimo a ser rechazado, a ser denunciado como no francés, a formar parte de la barbarie. Por eso muchos descendientes de inmigrantes votan al Frente Nacional. Marine Le Pen no hace, como su padre, imposible el voto al Frente Nacional para la mayoría. Su objetivo es gobernar Francia. Puede conseguirlo.