Lo que va, vuelve. A finales de enero del 2013 el diagnostico no era difícil: «El caso Urdangarin y asociados, ha llevado a nuestra monarquía a una situación insostenible. La Casa Real española no está en condiciones de pedirnos a los ciudadanos tiempo para arreglar los desaguisados en los que están envueltos. Parece urgente que el rey reflexione sobre su propia continuidad, cuando menos para que la monarquía salga de la ciénaga de correos electrónicos de su yerno y socios», se escribía en este Codex.
Año y medio después, lo que para algunos nos parecía justo y necesario, sucedió. El rey abdicó, y las decisiones judiciales de procesar a su hija, se limitan a una evidencia más del deterioro de la gestión de lo público, pero la reciente abdicación del rey Juan Carlos nos libra de una grave crisis institucional. No es difícil imaginar hoy en qué situación institucional nos encontraríamos si el 18 de junio no se hubiera producido la sucesión en la Corona.
Sin buscar ni encontrar similitudes, la utilización en la campaña electoral de los populares del 2010 del emblemático Audi como símbolo totémico del despilfarro del Gobierno de Touriño, el añadido de su escasa galleguidad frente a la supuesta del Citroën C-5 y la promesa -todavía incumplida- de la subasta pública de tales malignos símbolos, se da de bruces con la aquilatada visita a Alemania y la entrevista del presidente Feijoo con directivos del grupo Volkswagen para propiciar mercados y trabajo a tantas empresas del clúster gallego de la automoción que de ello necesitan. Lo que va, vuelve.
Y por último, vuelven a la actualidad las declaraciones del alcalde Negreira sobre sueldos, becas y políticos. Declaraciones desafortunadas por su contenido neto, y por su escaso respeto a la realidad salarial de los españoles que trabajan. Uno puede creer lo que los presupuestos dicen respecto al salario asignado a quienes nos gobiernan o legislan, pero desde luego, es fácil comprender la extrañeza ante la capacidad adquisitiva que tales salarios permiten. Si bien, luego de ese informe de la policía judicial hecho público ayer en Lugo, con la ruta del bacalao incluida, pareciera que el diagnóstico del alcalde Negreira ha sido acertado y que, debido a sueldos próximos al de becarios mal pagados, algunos de nuestros políticos precisaran de trabajos complementarios, con independencia de que tal informe resulte probatorio, o de que se pierda en el derecho procesal.
La sacudida social que las recientes elecciones han evidenciado, indica que la «línea de ruptura» pronosticada ya por el analista Jaime Miquel ha llegado para establecerse en nuestra sociedad, sostenida por jóvenes sin futuro y una insoportable desigualdad social, con más de dos millones de niños viviendo en el umbral de la pobreza. Lo que va, vuelve, aunque el ministro Montoro lo niegue.