El flautista de las emociones y Pla

OPINIÓN

02 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Cuando un político «utiliza las emociones como herramienta para conseguir sus fines hay que ponerse en guardia», señala Ignacio Gómez de Liaño en su libro Recuperar la democracia.

Y utilizar las emociones es lo que emplearon por arrobas Jordi Pujol, su familia y la herramienta que fabricaron, Convergencia Democrática de Cataluña (CDC), para embelesar a una parte de los catalanes con mitos, leyendas y mentiras mientras ellos acopiaban fortunas en paraísos fiscales mediante el viejo sistema feudal del monopolio y la extorsión.

Tras estallar el caso Pujol-Ferrusola en toda su magnitud, adquiere más valor el texto: «Si se utiliza la emoción para construir un Estado, ya nada estará garantizado. Viviremos bajo el imperio del capricho. Y si, además, se construye el Estado a medida de ciertas emociones, según pretenden los ideólogos del nacionalismo, es inexorable que se persiga a quienes no las compartan».

En su proyecto independentista, Pujol no ha buscado la síntesis entre las dos almas catalanas que conviven desde siglos, sino la adhesión de una parte a la otra. Es una de las razones por las que Pujol decretó el silencio nacionalista a Josep Pla. El periodista y escritor ampurdanés representaba esa otra alma que se opone a un contrato de adhesión incondicional a un ideal romántico de nación catalana superior a la realidad y alejado de la tradición.

Pla conocía bien el independentismo de una parte de sus paisanos cuando el catalanismo deviene en extremismo: «En este país hay una manera cómoda de llevar una vida suave, tranquila y regalada: consiste en afiliarse al extremismo». «El catalán, genéricamente hablando, tiende al estado agradabilísimo de ser víctima». Y es cierto que el nacionalismo catalán ha hecho de esa forma de ser un arte, pues atribuye al otro la causa de los males propios, de ahí que Ortega y Gasset dijese en el Congreso que «el problema catalán hay que conllevarlo».

Desde que se hizo público el fraude fiscal de Pujol, hemos visto expresarse con denuedo a esa Cataluña intolerante que responde con insultos y descalificaciones a quienes discrepan del secesionismo, sean o no catalanes, y cuyo paradigma es un Artur Mas que clasifica la evasión fiscal del ex presidente en el «orden personal y familiar» y que pide «fuerza psicológica» a los «buenos» catalanes para hacer frente a las críticas y actuaciones de «los enemigos» de Cataluña. Pues parece que esa Cataluña de Pla está despertando.