Que Hacienda devuelva dinero a unos defraudadores es un escarnio para el resto de los contribuyentes. Es verdad que entra dentro de la lógica de la situación. Los ladrones se hacen pasar por unos venerables pensionistas y la Agencia Tributaria se traga el engaño. Este y tantos otros que hacen de España uno de los países de la OCDE con mayor fraude fiscal. Montoro sacó pecho el martes contra Pujol, pero nada dijo de cómo es posible que hayan defraudado durante 34 años sin que la Administración se haya enterado. Quizás porque, como denuncian los técnicos de Hacienda, prácticamente todo el esfuerzo inspector se centra en trabajadores y pequeñas empresas cuando dos tercios del fraude procede de grandes empresas y grandes fortunas. Para tranquilizarnos, Magdalena Álvarez ha decidido recuperar su puesto de inspectora de Hacienda. Sí, esa misma a la que le robaron a manos llenas cuando era consejera de Hacienda andaluza.
Pero si con la que está cayendo viene Felipe González a defender a Jordi Pujol, cualquier cosa es posible. La mayoría lo interpretará como el cinismo con el que se protegen los miembros de la casta, porque se le presupone un conocimiento de la realidad incompatible con la ingenuidad para creerse ciertas milongas. Aunque, claro, si un presidente del supuesto prestigio intelectual de Pujol resulta que consultaba sus decisiones a una pitonisa, va a ser que en este país cualquier parecido entre la apariencia y la realidad es pura casualidad. El escándalo Pujol está derivando en un esperpento. Y, de paso, poniendo en evidencia lo mucho que une a los catalanes con el resto de los españoles.