En todos los lugares hay personajes alucinantes, inolvidables. Mi compañero Pablo Portabales entrevistó a uno de esos tipos increíbles, muy conocido en el norte de Galicia. Es Ducho, el dueño de El Canalla, de Sada, un bar de esos que tampoco se olvidan. Ducho es experto en frases. Y con la que está cayendo clavó una de los pensamientos que muchos tenemos. Dijo: «Yo quería haber sido hijo de Pujol». Y yo, aunque al fin ayer el primogénito por fin haya tenido que visitar los juzgados. En un episodio nacional más de esta España confusa que solo se puede contar como esperpento. Galdós pasado por Valle es la única crónica posible. Y casi habría que echarle al cuento todo el ácido que se tomaba Hunter Thompson para escribir. España está en combustión. Y parece que nadie se entera. Caen por todas partes. Cataluña con su v, ¿de victoria? Y Madrid, que se defiende con un asesor del presidente felicitando con mensajes a la ex de Jordi Pujol Ferrusola por cantar. Y, de paso, la felicita por su cuerpo de monumento. Lo peor es que no es el guion de una película de Berlanga, con Alfredo Landa y Lina Morgan. No me extraña que el bueno de Ducho remate con otra genialidad su entrevista: «Cuando me muera, quiero que, en vez de que me entierren, me embotellen».