Noche de cuchillos largos

Beatriz Pallas ENCADENADOS

OPINIÓN

24 sep 2014 . Actualizado a las 04:00 h.

Los concursos culinarios son masa madre para la parrilla. Suelen arrancan tibios cuando sus ingredientes están sin mezclar, van fermentando lentamente ante la cámara y explotan cuando la acidez alcanza niveles similares a un Gran hermano con aspiraciones. Top Chef experimentó el lunes los efectos del mal rollo y las insidias como potenciadores del sabor y alcanzó su mejor cuota con una guerra abierta entre Carlos y Marc que promete ir a más. Lo predijo el buenazo de Pablo, el expulsado del día. Visto lo que queda dentro, ahí van a saltar chispas.

Fue en Galicia donde las hostilidades entraron en ebullición después de que el equipo naranja dejara sin comer a veinte peregrinos hambrientos en Santiago. Los cuchillos volaron. El concurso dedicó su tercer programa a la tierra del juez Yayo Daporta, que actuó como anfitrión y ondeó la bandera del producto de calidad. Parecía un anuncio en versión extendida de Galicia Calidade -«paraíso del producto fresco», promocionaba Chicote-, pero se convirtió en la evidencia de que la materia prima por sí misma no soluciona un plato. El mejor pulpo se convierte en chicle si se corta antes de la cocción, algo que desconocen algunos de los concursantes, profesionales de la cocina, igualmente incapaces de abrir unas ostras sin ensañamiento ni de hacer algo coherente con un manojo de grelos.