El programa Pequeños gigantes es un talent show que lidera la parrilla televisiva en la noche de los miércoles gracias a la exhibición de las habilidades artísticas de los más pequeños de la casa. Ayer fue protagonista en la Red. Y no por una canción, una coreografía o un monólogo. Sino por el acertadísimo comentario de un crío que, sentidiño en mano, proclamó que no le gustaba Justin Bieber porque el irritante cantante ídolo de adolescentes hiperhormonadas «se droga».
El comentario corrió como la pólvora en las redes sociales. Muchos aplaudieron la sentencia del chaval. Pero otros entraron en cólera, se comportaron como masa enfurecida y amenazaron con mandarlo «a la hoguera».
Eran talibanes y talibanas, se comportan como una secta y tienen nombre de secta. Se hacen llamar beliebers (combinación del verbo creer en inglés y el apellido del cantante) y veneran a Bieber como a un dios. Agreden verbalmente a cualquiera que no comparta su fe o que, horror, se atreva a cuestionar a su rechamante y hueco becerro de oro.
Son legión. Y ayer vivieron dos crisis. La primera, con el comentario del pequeño gigante; la segunda por un tuit del cantante, que anunció que tenía problemas en un tímpano. Se pusieron a llorar a moco tendido; lo sienten de verdad.