Cuando Oriol, hijo de una de las mejores familias de Barcelona, le preguntó a Montserrat si quería salir con él, ella se llevó una gran alegría. Sin embargo, Montse no sabía que, tras contestar que sí, habría otra pregunta: ¿Quieres salir conmigo los domingos? ¿o prefieres salir todos los días?, opción dos. Ante semejante estupidez Montserrat mandó a Oriol a freír espárragos y Jordi, su potencial suegro, respiró aliviado.
Es historia ficticia pero a mí me recuerda bastante a la denominada consulta catalana, tan de actualidad. No entraré en la legalidad o no de la misma, ni en si los políticos han actuado bien; tampoco daré mi opinión sobre el hecho de que los catalanes residentes en otras regiones de España no puedan votar y los del extranjero sí. Lo que realmente me interesa comentar es la pregunta de la consulta que, en mi opinión, es descabellada.
La papeleta les pide a los catalanes, en primer lugar, que manifiesten si piensan que Cataluña debe ser un Estado. En segundo lugar, y solo en caso de voto afirmativo, les pide su opinión sobre si debe o no ser independiente. Veamos. Si votan 20 personas y 11 responden que debe ser un Estado y 9 que no, el primer escollo está salvado porque son mayoría los del sí; si de esos 11, seis votan por un Estado independiente y cinco no, ¿la cuestión está resuelta a favor de la independencia? No sé cómo se cuenta esto, pero si se fijan, nueve más cinco han dicho que no a la independencia y solo seis han votado a favor.
Si alguien desea saber si Montse quiere salir con él, lo más razonable es preguntarle si le parece bien y basta, pero la pregunta de la consulta parece redactada por Epi y Blas en vez de por el consejo de transición nacional. En Escocia, además de otras importantes diferencias, la pregunta era clara: ¿Quieres salir conmigo Fiona? Lo lamento, pero nadie se va a tomar en serio una consulta en la que la pregunta parece una llamada telefónica a una gran compañía: «Si quiere ser atendido en catalán pulse uno; en caso contrario pulse dos».
Todavía recuerdo la pregunta del referendo de la OTAN, y no pretendo comparar, en el que el Gobierno de Felipe González nos colocó una papeleta con más de 90 palabras. En la consulta canadiense del 1995 la pregunta fue: ¿Está usted de acuerdo con que Quebec llegue a ser soberano después de haber hecho una oferta formal a Canadá para una nueva asociación económica y política en el ámbito de aplicación del proyecto de ley sobre el futuro de Quebec y del acuerdo firmado el 12 de junio, 1995? ¿Es que nadie es capaz de ser concreto?
No sé qué ocurrirá con la consulta catalana pero me preocupa estar en manos de gente incapaz de redactar una pregunta clara y concreta; y, mucho más importante, es que, de seguir así, nadie va a salir con Montserrat.