No lo duden. Si quieren sumergirse en el líquido amniótico de la prosa del nuevo Nobel, Patrick Modiano, el libro es En el café de la juventud perdida. Sigan a la loca Louki por las calles de ese París brumoso y disfrutarán de la duda y el error de esas horas de la noche en las que todo puede pasar (o pesar). Las barras de los bares, esos lugares. Ahí está el Modiano más literario, más artista. Pero si quieren al Modiano que se niega a aceptar la mentira de la Francia colaboracionista tienen la Trilogía de la Ocupación, por ejemplo. Patrick lucha en esas páginas contra la vergonzosa amnesia que vivió Francia, muy similar a la nuestra de la transición. Zahorí de la revancha. Todavía hay un tercer Modiano (todos ellos con ese estilo suyo submarino, nuboso, elusivo, pero abrasador). El tercer Modiano es el que rescata a la adolescente desaparecida Dora Bruder o el que ajusticia a sus padres en Pedigrí, su infancia fatal, de casi abandono y miedo helado. Este tercer Modiano es un precedente del giro que, otra vez más, las letras están dando hacia la no ficción. Hacia narrar la verdad desnuda. La novela de hechos y de sucesos. ¿Para cuándo un valiente Rafael Chirbes en España que nos ofrezca, como Modiano en su país, un revolcón de la transición tras el festín que se dio con el presente convulso del ladrillo y de la crisis? Estaría bien. Disfruten a Modiano. Cualquiera de los tres. Su literatura es música. Un ciclorama.