La medicina actual, dotada de grandes avances clínicos y tecnológicos, es capaz de resolver cualquier problema singular del organismo. Pero a los médicos de hoy se les muere la gente, igual que antes, cuando emerge un colapso multifuncional que hace imposible aplicar, sin efectos secundarios fatales, los remedios disponibles. Y para que tengamos un ejemplo de lo que quiero decir les recuerdo cómo explicó el doctor Buzzonetti el fallecimiento de san Juan Pablo II: un shock séptico y un colapso cardiocirculatorio, consecuencia de un cuadro clínico dominado por la enfermedad de Parkinson, en un proceso en el que también se observó «insuficiencia respiratoria aguda progresiva, una hipertrofia prostática benigna, que se complicó con una infección urinaria, y una cardiopatía hipertensiva e isquémica». En Forcarei lo diríamos de forma más breve y trascendente: «Porque -Deus o descanse- chegáralle a hora».
Pues lo mismo sucede, si me permiten tan dura comparación, en el terreno de la política, en la que cualquier achaque se puede abordar con éxito si viene solo, pero en la que puede resultar inútil cualquier esfuerzo cuando los problemas se juntan y se potencian hasta abocar al colapso. La única diferencia entre el papa y el Estado es que los pontífices no resurgen de sus cenizas y los Estados sí. Aunque, para que eso suceda, se hace necesario sacrificar una o varias generaciones, atravesar largos períodos de penuria y violencia, y aceptar como inevitable un sentido trágico de la historia, como que todo va por ciclos -con arsis y tesis, como el canto gregoriano- que renuevan la civilización y la humanidad.
Esta España es un país magnífico, rico y hermoso. Y, a pesar de que tenemos algunos problemas serios, nada indica que estemos desahuciados. Pero, sin que nadie sepa por qué, nos hemos antojado en buscar nuestra propia ruina. No nos gustamos nada. Y hemos decidido que la mejor manera de cambiar es entregarnos a una regeneración por el caos, los problemas inventados, los disparates y la ruptura. Y ningún facultativo serio -yo soy ambas cosas, con perdón- debe descartar un shock séptico y un colapso fatal irreversible.
La crisis, la recesión y el paro son problemas coyunturales, de los que incluso se puede salir reforzados. La corrupción, el populismo político y mediático y el masoquismo social -todo lo hacemos peor que los demás-, ya comprometen seriamente cualquier recuperación. Pero donde aparecen síntomas de colapso general es en el empeño que estamos poniendo para romper el sistema e instalarnos en el desgobierno. Y de eso son síntomas inequívocos Mas y Podemos, por cuya gracia y virtud vamos a ser -además de lo que ya somos- perfectamente ingobernables. Por eso les acuso a ambos de casi todo, menos de traidores. Porque avisar, lo que se dice avisar, sí que vienen avisando.