Un amigo llenaba de letras un folio en el que previamente había dibujado cuatro círculos. En el primero había escrito: «poder político, económico y financiero», y en torno a ellos frases como estas: «privilegios fiscales, rescate de pérdidas, compensación de riesgos, incremento de los beneficios, protección jurídica y legal de la corrupción, desregulación, estabilidad», y añadía: «partidos, bancos, energía, sindicatos, medios de comunicación». Del círculo salían dos flujos: «capital exento y exportaciones protegidas». Hacia abajo un solo flujo de entrada: «impuestos del trabajo». El segundo círculo estaba ocupado por «trabajadores, parados, pobres, rentas decrecientes, impuestos crecientes» y, en otro lado: «competitividad, salarios más bajos, disminución del consumo, reducción del ahorro, caída de la demanda interna, pérdida de empleos, círculo del empobrecimiento».
Había un tercer círculo paralelo al primero: «Alemania y países del núcleo duro, Banco Central Europeo, instituciones europeas» y al lado: «austeridad para un entorno de bienestar seguro». El cuarto círculo era el de los países del Sur y del Este de Europa. Y se leía esto: «más competitividad, salarios más bajos, reserva de trabajo, vacaciones baratas, mano de obra barata, servicios baratos, alimentación barata». Y en un lado: «inmigración como reserva de la fuerza del trabajo, eliminar el Estado de bienestar y sustituirlo por transferencias del ahorro a negocios privados, control social, participación restringida, desregulación económica, regulación social y democracia controlada». En medio, un pequeño círculo disgregado que ponía: «Cataluña. ¿Adónde va?».
El primer círculo crecía por acumulación, el segundo se hinchaba sin parar, el tercero y el cuarto se mantenían estables porque las decisiones del mando global así lo habían previsto, y el globito catalán se perdía en un abismo sideral. El problema estaba en el segundo, porque de tanto hinchar podía empezar a romper el envoltorio que lo sujetaba. Y, por eso, mi amigo se interrogaba a sí mismo: «¿Subversión social, ruptura política, cambio de paradigma? ¿Quién sabe?». Un tercero asertaba: «No os comáis la cabeza, que todo está mejorando y ya sabemos que para crear empleo hay que bajar los sueldos».
¿Cuál era su círculo? ¿Y el suyo cuál es? ¿O habrá que romperlos todos y empezar de nuevo? Al menos hemos de encontrar un nuevo punto de equilibrio.