A estas alturas de la vida ya no es fácil que en mi entorno suceda algo que haga sentirme agobiado, aunque sí triste por lo que estamos viendo, que si no es directo, sí que toca a uno de rebote. Me refiero al fútbol, deporte (?) que entró en una vertiente de profunda preocupación y «aburre al más templado», como diría el paisano.
Lamentarse poco importa, porque los responsables no parecen hacer caso. ¿Cómo es posible sentir un rechazo al fútbol que acaparó y me divirtió durante más de tres cuartos de siglo? No lo creerán muchos, quienes conocen la atención permanente, no solo desde la época de socio infantil, sino también durante cerca de setenta años perteneciendo a La Voz, siempre en la sección deportiva.
Lastre
En tantos años, uno pasa por momentos tristes, pero nunca jamás el fútbol me produjo tanto desaliento como en los últimos tiempos, y sigo esperando que se cumpla aquello de que no hay mal que cien años dure. Así deberá suceder a partir de ahora, una vez que el Deportivo soltó el lastre humano que tanto le perjudicó como entidad durante varios años.
Anteanoche, frente al Málaga, a pesar del empate a un gol, la impresión que causó el equipo es prometedora de unos tiempos mejores. Esperemos que así sea.