Una sorpresa, por llamarle algo, y lo demás, récords de Cristiano y de Messi. Así queda resumido. La fase de clasificación de la Champions se parece cada vez más a un torneo de verano. Hasta aquel padre Apeles acertaría quince de los dieciséis que pasan a octavos. Es fácil recitarlos. Lo que se observa este año es que los más fuertes da la sensación de que han abierto una brecha con la clase media alta de Europa. Aunque el torneo de verdad se puede decir que empieza en cuartos, Real Madrid y Bayern meten miedo. Detrás, con el puñal en la boca, están el Chelsea de Mou, el Atlético de Simeone y el Barça de no se sabe quién (ahí está el lío, aunque tengan a Messi). Podrían unirse a los grandes el PSG, con su talonario; y la Juve, si se clasifica, sólida atrás y con Tévez y Llorente/Morata arriba. No hay mucho más. El City del Kun es capaz de lo mejor y lo horrible. Alexis mantiene vivo al Arsenal. La liguilla es un montón de encuentros que recuerdan al España-Malta. Una manera de hacer dinero y de explotar el fútbol por televisión hasta el bostezo. Apoel, de Chipre, un punto. Maribor, de Eslovenia, tres puntos. Bate, de Bielorrusia, tres puntos. Más de una vez se habló de lo tremenda que podía ser una liga de Campeones de verdad, un campeonato con los dieciséis más fuertes de Europa jugando todos contra todos. Pero, claro, esa guerra de calidad acabaría con los campeonatos nacionales. Una NBA del fútbol europeo que tendría una quiniela espectacular con un Real Madrid contra el Chelsea o un Barcelona contra el Bayern en la misma jornada. Pero siempre es mejor seguir haciendo dinero por los dos caminos, esta pseudoliga de Campeones, y las ligas nacionales, por lo menos, hasta que los jugadores no revienten.