Mal debe andar el debate político, mal y pobre, cuando ilustres mentes políticas están enzarzadas en esta singular polémica: la reclamación de la autoría del famoso SMS «Pásalo» del 13 de marzo del 2004. Pablo Iglesias, que entrevistó a Iñaki Gabilondo en su programa La tuerka, reveló el secreto que al parecer había guardado durante once años: ese mítico mensaje surgió de la Facultad de Políticas de la Complutense, donde él es profesor. No hace falta ser brujo para suponer que el señor Iglesias dice sin decirlo que él o personas muy próximas a él están reclamando la autoría. Como réplica, algunas voces socialistas la reclaman para el PSOE que, en todo caso, ha sido el beneficiario de aquella protesta.
Me apresuro a decir que aquel mensaje ha sido un éxito pleno en todos los sentidos. Consiguió su objetivo de reunir a manifestantes ante las sedes del PP en solo unas horas. Demostró el poderío de las redes sociales, incluso antes de que Twitter fuese objeto de gran consumo. Aportó una original forma de movilizar a la sociedad descontenta. Descubrió un nuevo método de comunicación política, que sería muy utilizado después y dejaría anticuados a los demás medios. De hecho, la mayoría de las protestas políticas y sociales que se produjeron después han seguido el mismo procedimiento.
Sin embargo, ha sido un acto de lamentable calidad democrática. Se utilizó el insulto a una fuerza política, con el grito de «asesinos», que permanece todavía en la memoria colectiva. Se hizo en jornada de reflexión, que es un formulismo convencional, pero todo demócrata respeta porque es obligado el silencio político en las horas previas al ejercicio del voto. Y tenía, a medias, una intención propagandística fuera de la ley y una voluntad de amedrentar no solo al PP, sino a sus votantes. Según muchos expertos en derecho electoral, era razón suficiente para aplazar las elecciones.
Por eso sorprende esa pugna por la autoría entre Podemos y el PSOE, como si Pablo Iglesias le hubiera robado un mérito histórico a Rubalcaba o a Pedro Sánchez. La autoría socialista, si la hubo, fue desmentida por el propio Rubalcaba que, en cambio, hizo mucho por la victoria de Zapatero cuando se presentó en TVE a decir aquello de «merecemos un Gobierno que no nos mienta». Y por eso pregunto de qué presumen ahora las direcciones de ambos partidos. Pues presumen de un acto de dudosa legalidad. Y vale que lo haga Podemos, cuya ascensión se debe precisamente a la revisión de la legalidad constitucional. Pero los socialistas no debieran caer en eso. No va con su estilo. No va con un partido de vocación de Gobierno. No pueden reconocer que llegaron al poder por un atentado y un gesto posterior de insumisión.