La empresa Metroscopia difundió el domingo una encuesta según la cual el 68 por ciento de los ciudadanos no quieren que Rajoy repita como candidato del Partido Popular. Varios periódicos coincidieron este fin de semana en anotar la inestabilidad del liderazgo de Pedro Sánchez al frente del Partido Socialista, hasta el punto de que Susana Díaz estaría dispuesta a relevarlo si fracasa en las elecciones municipales. La líder de UPyD, Rosa Díez, está siendo contestada en su partido por algunas actuaciones que sus propios seguidores consideran autoritarias. El próximo coordinador general de Izquierda Unida, Alberto Garzón, es una incógnita que puede ser devorada por Podemos. El líder de Unió, señor Duran i Lleida, ha pasado de ser el político más valorado en los sondeos a andar buscando un espacio de centro en el que pueda volver a crecer...
Atención, pues, que aquí está pasando algo. La inmensa mayoría de los partidos constitucionalistas tienen problemas de liderazgo. Solo parecen estables los líderes de aquellas fuerzas políticas que se pueden considerar contrarias al régimen político actual: el señor Iglesias, de Podemos; el señor Junqueras, de Esquerra Republicana de Catalunya, o los señores que dirigen el tinglado del viejo mundo etarra bajo las denominaciones de Bildu, Sortu o Amaiur. Es un dato para añadir a los diagnósticos ya conocidos de la crisis institucional, porque los partidos son una parte sustancial de las instituciones.
¿Y qué es lo que está pasando? Cada situación es distinta. El posible rechazo a Rajoy se basa en el poco encanto que transmite incluso cuando se pone a dar buenas noticias, y quizá esté promovido por quienes ya quisieron tumbarlo en el año 2009. La duda persistente sobre el socialista Pedro Sánchez es consecuencia de sus ocurrencias, pero no solo de eso: hay una clarísima campaña de la prensa conservadora por borrarlo del mapa como adversario electoral del Partido Popular. Las dificultades de los demás también tienen raíces distintas. Solo hay un factor que los une a todos: su debilidad de imagen, increíble en Rajoy, con toda su exhibición de poder y con un discurso del que se podrá discrepar, pero que es claro y contundente.
Me parece, en todo caso, una descripción inquietante del panorama. No trato de defender el personalismo en política. Trato de decir que un momento tan delicado y complejo como el que atraviesa España necesita partidos constitucionalistas fuertes, dirigidos por personas que inspiren confianza social. Si no los tenemos o sometemos a revisión los pocos que existen, mal escenario tenemos por delante: a todas las crisis que vivimos, solo faltaba añadir la crisis de liderazgo de quienes todavía defienden la Constitución.