Terminamos el año con una visión del mundo en la que la bipolaridad vigente en el siglo XX había sido sustituida por un nuevo esquema multipolar, donde los llamados entonces países BRIC o países emergentes auguraban un protagonismo decisivo. Solo ha pasado un año y entramos en el 2015 con un mapa geopolítico que poco tiene que ver con el anterior y que, en muchos aspectos, recuerda el de la fase preglobal. Estos cambios siempre han ocurrido, pero eran más largos y, generalmente provocados por conflictos políticos asociados e incluso confrontaciones bélicas. Ahora el principal factor ha sido, como en la crisis de los noventa, el precio del petróleo. Dos son las causas: los avances del fracking, que garantiza a Estados Unidos la autonomía energética; y el acuerdo de los Emiratos Árabes de bajar bruscamente el precio del petróleo. Probablemente ambas decisiones estuvieron enlazadas entre sí.
¿Cuál fue el resultado? Por un lado, los perdedores: la caída del PIB de los demás países productores de petróleo y el desplome del poder de la OPEP, con la consiguiente devaluación del neoimperialismo ruso, el debilitamiento del régimen bolivariano en Venezuela, la reducción de la presión islámica sobre los propios Emiratos, y sobre otros países también, y la pérdida de valor de algunas economías emergentes, como Brasil o México. Al otro lado, están los ganadores: en primer lugar Europa por su dependencia del petróleo que, como le ocurrirá a España, verán disminuida su factura energética, y dentro de Europa especialmente Inglaterra, porque una gran parte de los capitales rusos se están trasladando a Londres, cada vez más la capital financiera mundial. En segundo lugar, Estados Unidos, donde Obama ha vuelto a reforzar su figura como actor principal del nuevo liderazgo mundial norteamericano, al que se atribuye el éxito del nuevo estatus cubano e indirectamente la reducción de la presión rusa sobre Ucrania. En tercer lugar, están las grandes potencias del Este. China se verá favorecida, pero su expansión tiene fecha de caducidad, como resultado de su problemática estructura sociodemográfica, que en los próximos diez años terminará por aquejar su crecimiento. También la India, con su potencia tecnológica actual, se verá favorecida y puede resituarse en el ránking mundial.
Otros muchos efectos secundarios iremos viendo, y como estamos en un mundo global, afectarán a todos los lugares en función de su posicionamiento competitivo. Como ejemplo, el caso de Galicia, afectada por el nuevo escenario de Pemex, porque la obtención de crudo en yacimientos marinos ya no será tan atractivo como antes, porque el coste de extracción no compensa el precio del mercado.
En consecuencia, iniciamos el año mirando a ese nuevo mapa e intentando anticipar de dónde vendrán las incertidumbres. Una muestra más de la debilidad de los Estados en el nuevo sistema global, donde los poseedores del capital y de los recursos imponen, con sus decisiones estratégicas, un nuevo esquema del desarrollo económico mundial.
También Galicia, como España, tendrá que repensar su posicionamiento y examinar si la situación actual va o no a mantener su vigencia en el próximo año. Hay que saber anticiparse.