La noticia la publicaba La Voz antes de ayer bajo este titular: «Sin nacionalidad española por no saber el nombre del campo del Barça».
Los hechos del caso, expuestos de forma resumida, eran los siguientes: que el Ministerio de Justicia, a través de la Dirección General de los Registros y del Notariado, había negado a un inmigrante marroquí la nacionalidad española, tras comprobar que el solicitante no era capaz de responder correctamente a 14 de las 31 preguntas supuestamente demostrativas de un «conocimiento de las instituciones, costumbres y adaptación al modo y estilo de la vida españoles», requisitos que serían necesarios para cumplir la exigencia contenida a tal efecto en nuestro Código Civil: acreditar el suficiente grado de integración en la sociedad española. Entre las preguntas que el inmigrante no supo responder figuraban tres que ponen, sin duda, de relieve, la pintoresca concepción de los responsables de su elaboración sobre el modo de probar la integración en la sociedad española: «Qué personaje televisivo mantuvo una relación con un conocido torero», «cómo se llama el estadio del F. C. Barcelona» o «quién era un conocido torero conocido por su muerte trágica». Ese desconocimiento, que estoy seguro comparten millones de españoles, pesó más que el hecho de que el marroquí solicitante de la nacionalidad llevase once años dado de alta en la Seguridad Social (lo que, por desgracia para ellas, no pueden acreditar, porque no es cierto, muchas empleadas del hogar nacidas en España) y que mantuviese al día sus pagos con Hacienda (algo que no podrían tampoco acreditar docenas de miles de españoles y, sin ir más lejos, la que ha sido durante años nuestra más importante prima donna, la señora Montserrat Caballé).
Aunque la disparatada resolución denegatoria de la nacionalidad fue anulada finalmente por la Audiencia Nacional, con lo que se corrigió una injusticia manifiesta, yo deseo declararme solidario con el inmigrante marroquí y declarar que si él no merece ser español por desconocer datos relevantes del mundo del futbol, el toro y la farándula, yo tampoco lo merezco y pido por tanto que me priven de mi nacionalidad para hacerme del Gabón, si allí me admiten (lo que supongo posible, porque no creo que haya toros y farándula) y, si no tuviese esa fortuna, ser apátrida para el resto de mis días. No sé nada de toros, sé poquísimo de futbol y las evoluciones de la farándula me la traen completamente al fresco, tanto que considero una vergüenza que TVE le preste tal atención en sus programas, donde se ensalza con frecuencia la vida y milagros de sujetas y sujetos que han hecho mucho menos por su país que ese inmigrante marroquí, ya compatriota, que desconoce sus desvencijadas aventuras.
Tenía ganas de decirlo y ya lo he dicho. ¡Hala!