Comprendo el desánimo del líder socialista Pedro Sánchez, que se siente cada vez menos arropado en su partido. La verdad, sin embargo, es que él se lo ha buscado al descuidar de salida a veteranos ilustres (Felipe González, Alfonso Guerra, Rodríguez Ibarra, Txiki Benegas) y luego también a sus inmediatos predecesores (José Luis Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba). El milagro resultante es que ha conseguido unir en la desconfianza sobre sus posibilidades a los que antes estaban desunidos entre ellos mismos. Es decir, que Felipe González y Zapatero -con la mediación de José Bono y probablemente de Rubalcaba- están ahora más cerca que nunca en su mala valoración del quehacer de Sánchez, el cual, por su parte, los creía definitivamente relevados y superados a todos. El problema de Pedro Sánchez es que, partiendo de muy abajo, consiguió con brillantez la secretaría general del PSOE y se creyó el amo del cotarro. No quiso o no supo integrar, sumar o seducir a compañeros históricos, que ahora le podrían parar muchos golpes sin pedirle nada a cambio. El último error fue criticar el acuerdo (modélico) de Zapatero con Rajoy para cambiar un epígrafe constitucional. Ahí se acabó el silencio (y el aparente retiro) de Zapatero. Algunas voces se preguntaban en el PSOE: «¿Qué le pasa a Pedro? ¿No tiene bastante con sus rivales de otros partidos?» En términos meteorológicos, estaríamos ante la formación de una ciclogénesis explosiva o algo parecido, que estaría entrando por el sur peninsular y que amenazaría con agitar el panorama político nacional. Porque la presidenta andaluza Susana Díaz está viendo la ocasión de avanzar mapa arriba con el respaldo de pesos pesados. Pero antes tiene que demostrar que es capaz de acertar y resolver en su tierra. Muchos socialistas aún esperan, sin embargo, que Sánchez -que aporta juventud y novedad- tome nota y reaccione a tiempo. Para ello debería evitar las ocurrencias estrambóticas y centrarse en la defensa de un programa integrador capaz de apiñar a los suyos en la defensa de un espacio hoy encajonado entre el PP y Podemos. Aún puede hacerlo, porque el PSOE tiene unas sólidas estructuras en el conjunto del Estado. Pero el tiempo corre. Y no pasa en vano.