Amor líquido

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

19 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Zygmunt Bauman es un respetable ensayista. Está detrás de la expresión modernidad líquida, que tanto nos está inundando en los últimos tiempos. No es tan eléctrico como Slavoj Zizek o Byung-Chul Han, pero clavó el concepto de amor líquido. No tenemos relaciones, tenemos conexiones. De quedar para felicitar a un amigo el cumpleaños (o sea dedicarle tiempo/cariño), pasamos a felicitarlo por teléfono (ya no teníamos tiempo) y ahora a la tercera, líquida y horrible fase: felicitarlo con un wasap. Hemos pasado del estado sólido al líquido. Y encima viene a decir Bauman que estamos satisfechos con estas nuevas maneras de relación. Evitamos el contacto, que es lo más humano que hay. Y nos aprovechamos de la supuesta ventaja de las conexiones: lanzas el mensaje y, si quieres, luego te desconectas y ya está. No hay sentido de la responsabilidad. Las tecnologías posibilitan que la compañía se quede si nos apetece en una pantalla que parpadea, sin más riesgo. Pero ¿hay sentimientos sin riesgo? Ya somos consumidores en la faceta que nos faltaba: las relaciones personales. Hacemos como con todo lo demás que consumimos. Consumimos relaciones a golpe de teclado. Ahora sí, ahora no. Es como un parapeto. Todo más virtual. Buscamos la satisfacción inmediata que facilita el consumo y que tanto nos consume. Creemos que así evitamos el desgaste, pero lo único que hacemos es desgastarnos dejando que la vida corra sin vivir como mola: con riesgo y con ese nudo de miedo en el estómago de todo lo que es auténtico. Sin darnos cuenta de que, de amor líquido en amor líquido, terminaremos por ser insectos viejunos y secos como dátiles pasmados ante una pantalla. El único brillo que tendremos en nuestras vidas será el de la pantallita. Las relaciones líquidas nos van a dejar liquidados.