Sí: el PSOE es ya el peor enemigo de sí mismo

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

20 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

No diré del patriotismo de partido lo que afirmaba de aquel, sin adjetivos, el gran ensayista Samuel Johnson (1709-1784): que es el último refugio que les queda a los canallas. No, el patriotismo de partido sencillamente embota un sentido indispensable para quien se dedica a la política: la autocrítica.

Por eso creo que si el PSOE -una de las patas esenciales de nuestra democracia-, tiene alguna posibilidad de salvarse del abismo hacia el que camina a paso de gigante, ello dependerá más de quienes, aunque nos insulten por ello, señalamos sus errores desde fuera que de quienes los aplauden desde dentro.

Sánchez, de cuya calidad como líder da buena idea su patética insistencia en remitirse a las declaraciones de un subordinado para zafarse de hablar del cese fulminante, y quizá ilegal, de Tomás Gómez, no es capaz, claro, de explicar lo inexplicable. Pues ese cese adolece de la propiedad exigible a toda decisión: la coherencia.

A Gómez, designado candidato a la Comunidad de Madrid en un proceso de primarias que ganó por ausencia de adversarios, se le pega la patada, en primer lugar, porque las encuestas le eran muy desfavorables. Un partido puede, claro, elegir candidatos proponiendo al mejor situado en las encuestas; o dejar la elección a sus militantes y designarlo en unas primarias, digan aquellas lo que digan. Pero lo que supone una escandalera es optar por las primarias y quitar luego, a la brava, al elegido porque en las encuestas le va mal.

Igualmente, un partido puede decidir apartar a sus militantes destacados con problemas judiciales (presentes o probables), pero no puede, salvo desde la más desvergonzada incoherencia, hacer con unos una cosa y con otros la contraria: por ejemplo, castigar a Gómez por miedo a que llegue a ser imputado en el futuro y dedicarse a hacer juegos malabares con las palabras para no tomar medida alguna respecto de Chávez y Griñán, que han sido imputados nada más y nada menos que por el Tribunal Supremo.

Dejémonos de cuentos: Gómez, por quien siento la misma escasa simpatía, y por idénticos motivos, que manifestaba aquí Xosé Luís Barreiro en un artículo magnífico, ha sido machacado por ser una molestia en el plan de Sánchez de asegurarse la candidatura a la presidencia del Gobierno. Y Sánchez administra a machetazos los escasos recursos de los que dispone hoy un PSOE al que las encuestas sitúan de tercero por primera vez desde 1977, porque sabe a ciencia cierta que si no gana en el 2015 (¡si es el caso de que llegue a presentarse!) lo aniquilarán sus adversarios socialistas.

Eso es lo que pasa cuando un partido está dirigido en su inmensa mayoría por meros profesionales de la política que juegan siempre a todo o nada y que piensan mucho más en su futuro personal que en el de su partido o su país. Así de terrible. Así de fácil.