El otro martes negro

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

25 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La tragedia nos vino ayer por mar y por aire. Como otras muchas veces, pero no por ello deja de sorprendernos y apenarnos. Por aire, con los 150 fallecidos en el accidente aéreo de los Alpes y por mar con los dos marineros muertos cuando faenaban en las proximidades de Laxe. Ni una ni la otra son, afortunadamente, dramas que se produzcan a diario, pero el elevado número de víctimas del Airbus no debe de ocultarnos que el dolor barrió también nuestra Costa da Morte.

Pese a que siempre tomamos mayores precauciones y nos asaltan los temores a la hora de volar y no así a la de salir a la autopista, el avión sigue siendo el medio de transporte más seguro. Cada día se registran cerca de 100.000 vuelos, de los que prácticamente 30.000 son comerciales. Y el modelo siniestrado ayer, el A-320, es el de menor siniestralidad. El avión es, pues, el medio de transporte por excelencia en este mundo globalizado en el que presumimos de desayunar en Compostela, comer en Atenas y cenar en Moscú. No hay motivo para el debate sobre su seguridad.

Pero precisamente por eso, porque los aviones se han erigido en nuestros mayores aliados en estas ajetreadas vidas es por lo que debemos exigir que se cumplan todas las medidas de fiabilidad y control. Y que se extremen las precauciones, más aún en las compañías de bajo coste; esas sobre las que siempre recaen las sospechas y a las que cada día recurrimos más.

No quiere esto decir que el Mannheim que ayer se estrelló incumpliera alguna de las normas de seguridad. El tiempo y las investigaciones lo dirán, pero es un buen momento para recordar que no pueden situarse en la misma balanza las vidas humanas y el abaratamiento de los costes y beneficios, como ocurre con demasiada frecuencia. Las compañías aéreas, por el riesgo que entraña su actividad, deben extremar sobremanera las precauciones para evitar catástrofes como la que vivimos.

Asociamos tradicionalmente martes negro con el desplome de la Bolsa de Nueva York el 29 de octubre de 1929. El de ayer ha sido también un martes negro. El martes en que 150 jóvenes estudiantes, trabajadores y turistas perdieron la vida; como la perdieron dos marineros de Laxe que hoy no ocuparán grandes espacios en los periódicos y en los telediarios. Pero que nos duelen lo mismo.