Sapiens Harari

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

05 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Harari es una especie de nuevo Julio Verne, pero sin escribir ficción. Verne anticipó un futuro muy real. Y el joven historiador israelí y oxiniense Yuval Harari está arrasando con su libro De animales a dioses. Un texto en el que se atreve a abordar de forma muy original la historia de la humanidad. Miles de años resumidos por una mente privilegiada. Sus tesis, como todos los que saben que las ideas son dardos o por lo menos arden como dardos incandescentes, son muy polémicas. Cree Harari que el hombre ha vivido tres revoluciones: la cognitiva, la agrícola y la científica, que es en la que estamos y la más poderosa. Pero advierte que no somos más felices ahora. Ni siquiera somos más hábiles: «Antes los homo sapiens necesitaban saber cómo conseguir alimentos, construir sus herramientas y sobrevivir. En nuestra sociedad yo necesito saber de historia porque soy profesor. Pero si me encuentro solo en una isla desierta no sabré qué hacer. En ese sentido, el ser humano ahora sabe menos que los de hace 30.000 años». También Harari habla como un libro abierto cuando asegura que, con la última revolución, la científica, veremos de todo: «La Tierra ha evolucionado con la selección natural, pero gracias a la ingeniería genética los científicos serán capaces de crear vida, dando paso a un diseño inteligente en el que se corre el riesgo de crear frankensteins más poderosos que nosotros». No son fantasías. Son reflexiones de este joven sabio. El mismo que nos dice claramente que el capitalismo es una ficción. Una ficción que nosotros hacemos real, porque nos creemos el valor que le damos a esos papeles que se llaman billetes. Y denuncia: «La élite económica y política está más comprometida con el crecimiento económico que con la estabilización ecológica. En parte porque presupone que tendrá dinero y tecnología para salvarse de las peores consecuencias. Como en un arca de Noé tecnológica, mientras los pobres de Bangladés se ahogan». Así es Harari.