Serguéi Bubka, que hizo historia en el salto con pértiga (9 medallas de oro y 35 plusmarcas mundiales), se quedó sin su medalla más deseada -la de los Juegos Olímpicos de 1992- por lo mismo que Susana Díaz puede perder su liderazgo. Porque este buen ucraniano, que en realidad solo competía consigo mismo, despreció todas las series clasificatorias de Barcelona, pidió la barra del salto final un centímetro por encima de su anterior récord. Y falló. Y, siendo el mejor saltador del mundo, también en Barcelona, tuvo que regresar a Kiev con la maleta vacía.
Y lo mismo le va a pasar a Susana Díaz, que, siendo la mejor del PSOE, y teniendo todo lo necesario para atravesar la dura y estéril legislatura que viene arrellanada en un sillón del paraíso terrenal, despreció los pasos previos a una coalición razonable e inteligente, y puso la barra de la investidura en una utópica y abstracta «coalición con los andaluces». Y también falló. Y así la vemos ahora, mendigando los votos de Ciudadanos y Podemos -cuñas de su misma madera-, de los que solo puede esperar dos salidas radicales que conforman su peliagudo dilema: que la asfixien negándole el aire; o que le den, poquito a poco, el abrazo del oso.
Doña Susana sabe, o debería saber, que si hay una coalición contra el PP que no sea ideológicamente coherente, ni tenga estabilidad, ni esté claramente liderada por el partido que cumplió con Felipe González un siglo «de honradez y firmeza», además de perder su liderazgo, perderá también la identidad estratégica e ideológica que está grabada a fuego en su antiguo electorado. Y por eso puede decirse que, si mal le puede resultar una alianza con el neoliberalismo de C?s, al que Merkel le queda muy a la izquierda, peor le puede funcionar una coalición con Podemos, ya que el evidente e incomprensible populismo con el que Pedro Sánchez quiere salvar los muebles electorales alcanzaría niveles de paroxismo, hasta hacer imposible el retorno de los reinos de taifas en que se han convertido las diferentes federaciones, al añorado orden político y a la disciplina interna que caracterizaron al PSOE.
Obsesionada por la cortedad de su pértiga, ya que el pacto con los andaluces no funciona, Susana Díaz ya empezó a tirarse por la pendiente sin haber revisado previamente los frenos. Su discurso del lunes fue abiertamente populista, prometiendo ocurrencias más allá de la lógica y la ley. Y todo lo que vino y vendrá después ya solo puede ser darle vueltas a la tuerca, al dictado de C?s y Podemos, entre sí incompatibles y enemigos, hasta que la tuerca reviente. Solo le falta que, después de haber cedido en todo, y de descomponer su figura para salvar el pacto con los andaluces, tenga que venir el PP, tapándose la nariz, a sacarla del atolladero. Pero eso es lo más probable, porque nunca acaba bien lo que tan mal empieza.