«En España, la democracia se está sustituyendo por la sondeocracia», dijo Cayo Lara, dolido por el palo demoscópico que el barómetro del CIS le asestó a Izquierda Unida. La política «se valora en las urnas, no en las encuestas», dijo después Soraya Sáenz de Santamaría, dolida por el mismo barómetro, pero reconfortada por lo ocurrido en el Reino Unido, donde los sondeos se estrellaron ante la imprevista victoria electoral del Partido Conservador. Así está el debate político al final de una semana marcada por los sondeos, que en España dejan abierto un horizonte que Felipe González califica como de «italianización».
Lo curioso es que los tres tienen razón. La tiene Cayo Lara, porque, efectivamente, parece que las encuestas deciden más que los votos. Las encuestas actúan como enterradoras de fuerzas políticas y como estímulo del voto de otras que disfrutan la fortuna de su buena imagen, su puesta de moda, o del atractivo de sus dirigentes. El beneficiado hasta ahora había sido Podemos. En estos momentos lo está siendo Ciudadanos. Esa perspectiva de los nuevos, con su mensaje de cuatro partidos en escena, hace daño a los partidos clásicos, a quienes se sitúa en la acera de los perdedores. Es un fenómeno que algún día habrá que estudiar.
La tiene Soraya, porque es cierto que en el Reino Unido los sondeos fracasaron y los ciudadanos decidieron premiar la gestión económica de Cameron. Su diagnóstico tiene, sin embargo, un peligro: el de confundir el deseo con la realidad. El deseo es que aquí ocurra lo mismo que en la Gran Bretaña. La realidad es que la satisfacción española con la gestión del Gobierno tropieza con el muro de las injusticias que la recuperación no ha sido capaz de superar. Cambiar los deseos de cambio por la percepción positiva de la gestión del PP es una ambición lógica, pero ignoro si hay tiempo para conseguirlo.
Y la tiene Felipe González, porque no hacen falta encuestas para percibir la pulsión de cambio: la encontramos en las conversaciones privadas y en la opinión publicada. Pero para certificar la italianización hay que esperar a votar.
Conclusiones de este panorama: 1) Es cierto que las encuestas agitan el panorama e influyen en el voto ciudadano. 2) La experiencia demuestra que dibujan un escenario actual, pero sería un error considerar que determinan el futuro. 3) Están retratando el carácter español, donde todos confían más en el fracaso del adversario que en sus propios méritos, como se ve en los discursos, desde Rajoy hasta Pedro Sánchez. Y 4) La última palabra la tendrá una opción definitiva: el cambio de la indignación por satisfacción. Si Rajoy lo consigue, será Cameron. Si no, serán las encuestas las que tengan razón.