Un periódico gallego publicó en su primera página este título a cinco columnas: «Estoy a dos velas, sin patrimonio ni empleo». La frase, que podría haber sido pronunciada por Luis Bárcenas o uno de los numerosos y empobrecidos Pujol, correspondía a una entrevista concedida por Alfonso Basterra, encarcelado desde poco después del asesinato de su hija Asunta. Utilizaba el periodista compostelano una frase, estar a dos velas, que se emplea para expresar que se tiene poco dinero o se carece de él, y sobre cuyo origen existen múltiples y contradictorias hipótesis.
El sacerdote, filólogo y musicólogo gaditano José María Sbarbi y Osuna (1834-1910) dice en su diccionario de refranes que «parece proceder esta frase de que, como en las iglesias, después de terminadas las funciones religiosas, se apagan todas las luces menos dos que quedan delante del sagrario, y como estas alumbran poco para el espacio tan grande de aquellas, puede decirse que quedan tristes y medrosas y, por lo tanto, se compara con el ánimo del individuo que no tiene dinero». No está de acuerdo con esta tesis José María Iribarren, que en El porqué de los dichos da esta hipótesis: «... antiguamente, en las timbas y partidas de naipes, el banquero solía actuar entre dos velas. En ese supuesto, dejar al banquero a dos velas o quedarse a dos velas equivaldría a dejar al banquero (o quedarse uno) sin un cuarto».
Pero hay más posibilidades. Como identificar las velas de la frase con los mocos que cuelgan como cirios de las narices de algunos niños, que coloquialmente también llamamos velas. Suelen verse más en los rapaces pobres, lo que explicaría el estar a dos velas con el significado que le damos. Obsérvese que en ocasiones se acompaña la frase con el gesto de deslizar los dedos índice y corazón desde la nariz hasta el labio, como subrayando el discurso.
La expresión de marras triunfó en las primeras décadas del siglo pasado: «Pues ventilar el patrimonio, y así que se quedó a dos velas, fué y se metió a guardar cerdos», escribió Pedro Muñoz Seca en 1919 (Cuentos y cosas). Ramón Martínez García la registró en 1925, en Curiosidades gramaticales: gramática ampliada del idioma español, lenguas y dialectos de la Península Ibérica y vocabularios de lenguas exóticas: «Estar a dos velas = Estar sin cuartos». Sin embargo, la Academia no la recogió en el Diccionario hasta 1956.
Evite el lector quedarse a dos velas, que aunque unas veces equivale a estar a dos velas, en otras ocasiones significa 'quedarse sin comprender nada': «... me quedaba a dos velas de todo lo que sabía la Mary en secreto» (Eduardo Mendicutti, El palomo cojo, 1995). Porque la ignorancia es a veces peor que la falta de efectivo.